Detrás de este manto de dolor que nos dejan las lluvias e inundaciones, hay una luz de esperanza en un destino mejor. El país se levantó en un solo sentimiento y un deseo de solidaridad. Hasta el Congreso desistió de interpelar a un ministro para no distraer al gobierno.
A muchos nos partió el alma ver esa humilde gente nuestra, luchando contra la naturaleza y llorando sus muertos o por haber perdido sus pocos enseres. Clamando ayuda.
El gobierno esta vez reaccionó con celeridad. Movió barcos y aviones con ayuda y la policía rescató vidas. El gabinete entero se ensució los zapatos. Se habla ya de reubicación de poblados y reconstrucción de puentes.
Bien. Pero hay algo de más fondo, por tanto imprescindible. Debe extenderse el beneficio del crecimiento. Vengan las inversiones, pero no puede esperarse que el beneficio rebalse para los de abajo. Nos dirán se ha reducido la pobreza, sí señor. Pero los pobres siguen siendo un grueso colchón de la población.
¿Por qué no estimular, vía menos impuestos, inversiones en las zonas más postergadas? ¿Por qué no destinar parte del canon minero, directo al bolsillo de los comuneros? ¿Y si las obras por deducción de impuestos fuesen solo para fines sociales?
¡Fuerza Perú! Reclama el gobierno. De acuerdo, presidente. Pero con más contenido social.