Cuando hace un año y medio atrás, los resultados de las elecciones municipales le habían dado un golpe certero e inesperado, Daniel Salaverry se veía como un desahuciado político.
Hoy, él, por supuesto, lo negará en todos los idiomas y con todas las caras, pero entonces había llegado a una conclusión que hasta en cierto modo lo consolaba: “A las finales, Keiko no me sumó mucho”.
En ese entonces, Salaverry había pasado en pocos meses de ser el futuro cuadro aprista destinado a recuperar el bastión de la Alcaldía de Trujillo perdido a manos de César Acuña, a ser parte de esos políticos cuyo futuro queda en manos de la incertidumbre. Tras una accidentada y controvertida renuncia al partido de la estrella, se había primero aventurado en la tarea de conformar su propio partido, y fracasó en el intento. Hasta que llegó el salvavidas naranja, el contacto con el partido de Keiko Fujimori. Salaverry finalmente fue la carta fujimorista para la Alcaldía de Trujillo.
La suerte, decíamos, no le sonrió. El exaprista quedó en cuarto lugar de las preferencias, por debajo de Manuel Llempén y su excompañero Luis Carlos Santa María en aquella elección de 2014 que puso a Elidio Espinoza en el sillón municipal. Fue un golpe duro, durísimo, para quien había estado cuatro años antes disputándole de cerca al alcaldía a Acuña y para quien había, además, iniciado por ende esa última campaña como uno de los favoritos.
Volvían los fantasmas de aquella vieja leyenda que decía que aquellos que salían del Apra quedaban confinados al fracaso y a la desaparición política.
La incertidumbre se hizo más espesa para Salaverry después de aquella elección. Ni siquiera su permanencia en Fuerza Popular, el partido de Keiko, parecía asegurada, sobre todo porque el rechazo de los fujimoristas de base llegaba en forma de rumor, incluso antes del proceso electoral.
Los meses, sin embargo, confirmaron que Salaverry sería candidato al Congreso por Fuerza Popular. Y partió como uno de los más conocidos de esa lista, pero sin el favoritismo propio de los años anteriores. Los resultados del 10 de abril, finalmente, lo ungieron como el congresista electo más votado de la agrupación fujimorista en La Libertad.
Pero eso no es todo. Su protagonismo en Fuerza Popular se ha hecho notar en los últimos días, en los que se lo ha visto dando entrevistas en medios nacionales y muy de cerca de la misma candidata presidencial. En el fujimorismo, afirman, ven hoy a Daniel Salaverry como uno de los nuevos cuadros que pueden refrescar al partido, necesitado como está de lavarse la cara noventera de guiños autócratas. De este modo, el exaprista trujillano que anhelaba ser una especie de nuevo Alan García, hoy se encuentra con una oportunidad quizás impensada, una voltereta providencial de color naranja.