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Cuando la fuerza del dinero y la competencia por presentar la mejor coreografía o el grupo más estilizado puede más, las costumbres y tradiciones comienzan a declinar y pasar a segundo plano.

Esto parece ser la realidad de Tarata, donde al menos cuatro grupos intentan cada año mantener la originalidad de la festividad de los carnavales, tradición que comparten, incluso, desde antes de la dominación española.

“La propagación de concursos regionales y provinciales, ha distorsionado poco a poco la naturalidad de las comparsas. Hoy vemos más a gente que está detrás de los premios y no realmente por mantener nuestras tradiciones”, señala Jesús Franco, presidente del Club Juvenil Unión Tarata.

COSTUMBRES

Su grupo intenta perennizar la costumbre con el tradicional zapateo de dos tiempos, la vestimenta de encajes y sedas emulando a la naturaleza, a la modernidad, a los personajes en boga, a los políticos, y muchas otras estampas de fantasía que caracterizan el inicio de las fiestas carnestolendas.

Franco critica la aparición de comparsas que han uniformizado tanto los pasos de baile y la vestimenta. Dijo que esto podría llevar a la extinción la verdadera tradición, extendida para todo el pueblo y no para unos pocos.

EVOLUCIÓN

El carnaval tarateño ha evolucionado en cuanto a traje y vestimenta, ya que con el transcurrir del tiempo y con la aparición de los “comic”, el “cine”, la “televisión”, los trajes representan a diferentes personajes o alegorías conforme se va desarrollando el avance histórico de la sociedad y sobre todo el de los medios de comunicación.

“Esto nos muestra a personajes reales y de ficción, piratas, pistoleros, gitanos, charros, super héroes, caricaturas, dibujos animados, entre otros, los mismos que son representados en los carnavales tarateños, lo que lo hace único en su género, podemos compararlos como el carnaval cajamarquino o el carnaval brasileño, en cuanto a traje y vestimenta (disfraz) se refiere”, explica.

Para Hortencia Valdivia Viuda de Menéndez, agricultora de 76 años, la autenticidad de la celebración se fue perdiendo por el paulatino despoblamiento de la capital.

La llegada de nuevas familias y el ingreso de otras costumbres han terminado por menguar en parte la característica esencial de los carnavales, aseguró. “Recuerdo cuando tenía 10 años. Todo el mundo se alegraba de la llegada de los carnavales, se jugaba con agua, harina, betún; los chicos y las chicas nos íbamos a las acequias a jugar”, narró.

Una de las últimas modificaciones que sufrió la festividad es la incorporación del “tumba del árbol”, costumbre llevada durante los 70 por un docente huancaíno que plasmó la tradición en Tarata, y que finalmente se adhirió a la celebración. “Era característico que durante estas fechas llegan las hijas de los habitantes desde Arequipa, y pues se las eligía como reinas. Habían carros alegóricos. Realmente recordar es volver a vivir”, expresó.

El carnaval tarateño se distinguía por ser la fiesta más alegre y la más prolongada del año.

TRADICIÓN

Como fiesta de gran popularidad se disfruta el entusiasmo desde la entrada del Ño Carnavalón. El domingo, lunes y martes son de juego general con agua, polvo y cremas diversas. El domingo de la vieja, es el día en que se despide al carnaval tarateño, donde las comparsas invitan en el campo grandes comilonas.

La tradición cuenta que era usual la formación de pandillas de pintarrajeados que recorrían las calles envueltos en serpentinas de colores y salpicados con mixtura en la cabeza. Visitaban las casas de las principales familias con humor y alegría cantando las clásicas coplas satíricas.

Franco recuerda una de ellas: “A esta casa hemos venido sin ser invitados, el carnaval ha querido que moleste su atención”.

Los dueños de casa recibían con toda clase de atenciones y al final engrosaban la pandilla que cada vez se hacía más numerosa, más alegre y más bulliciosa.

“Celebrábamos con chicha, cerveza, pisco y nos íbamos casa por casa, hoy parece que es difícil porque las orquestas empiezan a cobrar caro, y muchas familias tienen que hacer polladas para contratarlos”, reflexiona Hortencia Valdivia.

No es para reírse, pues gran parte de las orquestas pueden llegar a cobrar hasta 20 mil soles. La mercantilización de la fiesta ha llevado a que varios opten por participar de concursos, llevando casi a la extinción la verdadera costumbre.

“No es dable que algunos grupos usen nombres propios de la provincia y empiecen a distorsionar la verdadera tradición”, dijo el popular “chino”.

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