Durante el VIII Encuentro Internacional sobre el Barroco organizado por la Universidad Católica San Pablo (UCSP) en Arequipa, uno de los lugares que congregó más visitas fue el Museo Virreinal de Santa Teresa. Este recinto cultural y religioso alberga valiosas colecciones que fueron puestas en valor por el restaurador Franz Grupp. Para él esta misión fue aún más especial porque significa la última labor de restauración que realizó junto a su primera esposa, quien también se dedicaba a la conservación. Ella falleció al año siguiente de abrirse el museo. “Creo que es el encargo más bonito que me han encomendado”, comenta al recordar esos cuatro años de arduo trabajo.
¿Qué piezas les ha costado más poner en exhibición?
Varias. El que más recuerdo es el Baúl de la Natividad que se abre como si fuera un retablo ayacuchano y en su interior contiene más de cien pequeñas piezas de madera. Estas imágenes representan distintos pasajes del evangelio con los que se quería difundir el catolicismo. De esta forma era más sencillo llevar las figuras hacia lugares de difícil acceso. Este es el Baúl de la Natividad más grande y de mejores condiciones que se conoce, a pesar de tener 284 años de antigüedad.
¿Por qué fue una restauración difícil?
Estuvo cerrado por muchos años, incluso la llave se perdió y redescubrirlo fue muy especial. Cuando lo encontramos estaba deteriorado, con polvo y algunas piezas se habían desprendido. Su restauración fue básicamente un trabajo de limpieza de un año porque es una obra de arte tridimensional y muy dinámica. Para limpiar el fondo y colocar las piezas fuera de lugar teníamos que colocarnos sobre un andamio.
¿Cómo descubrieron que tenían platos pertenecientes a una dinastía china?
Al principio se catalogó solo como una pieza oriental. Con varios meses de investigación, obtuvimos más datos. En un viaje para asistir a una conferencia, encontramos una pieza similar y el director de ese museo conocía mucho de porcelana oriental. Le enviamos todos los datos y finalmente nos dijo que estos platones sin lugar a dudas eran del periodo Wan Li.
¿Qué tan valiosos son?
En la China de esa época se acostumbraba hacerle vajillas especiales a la familia real, y cuando su gobierno se acababa, la orden era romper todo lo que habían usado. Por eso son tan raras y valiosas.
¿Cómo llegaron estas reliquias hasta aquí?
Lo curioso es que son casi tan antiguas como Arequipa y no tenemos documentación o formas de rastrearlo. Cuando las monjas recibían donativos en esa época todo se consignaba en un inventario muy simple, en algunos casos no figura siquiera el nombre del donante. Lo que sí tenemos es la absoluta certeza de que son Wan Li.
¿Por qué esperaron tanto para poner estas obras en exposición?
Siendo este un monasterio de clausura son privadas y la orden ha hecho un gran esfuerzo en compartirlas con los demás. Ello implica, por ejemplo, que las monjas ya no puedan estar en este claustro. Han reducido su espacio con la idea de difundir un mensaje espiritual y cultural. Aunque uno no tenga un sentimiento religioso, puede admirar la obra de arte como tal; y para un museo, lograr ese diálogo entre los sujetos artísticos y el visitante, es fundamental.
Desde que abrieron, ¿cómo les va con la afluencia del público?
Creo que el museo cumple bien con sus objetivos. La visita a un museo debe ser un tiempo de ocio positivo, en el que se puede ver cosas bonitas, distraerse y aprender. Es importante que tengamos más visitas y se difunda el trabajo de estos artistas de otros tiempos que siguen comunicándose con el público de ahora.
ALGO MÁS.
305 años han pasado desde la fundación del Monasterio de Carmelitas Descalzas de Santa Teresa.
13 espacios de sus claustros fueron acondicionados como salas de exposición.