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Para los incas, la "lana de los dioses" era más preciosa que el oro y se reservaba a los emperadores. Hoy, la alpaca genera grandes entusiasmos fuera de  por su delicadeza, color y versatilidad.

Revolviendo en puñados madejas de lana, entre el ruido de las máquinas que clasifican, lavan, secan y cardan la preciada fibra, Derek Michell no tiene suficientes palabras para alabar "la magia de la alpaca".

Tiene "el poder térmico de la fibra que es como un pelo, no es como una lana, permite mantener la temperatura del cuerpo... Es decir, en el invierno te mantiene caliente y en el verano te mantiene fresco", cuenta Michell en una de las cinco fábricas que posee su compañía en , uno de los centros textiles más importantes de Perú y segunda ciudad del país.

"El público ha empezado a apreciar mucho más la fibra de lo que se apreciaba antes (...). También se han abierto nuevos mercados para la fibra. Ya no es solo ropa lo que se vende. Estamos hablando también de cosas para el hogar, lo cual ayuda mucho a que haya más consumo de la fibra de lo que existía 15 o 20 años atrás", explica.

Productores, diseñadores y compradores del mundo entero se dieron cita en la "AlpacaFiesta", el encuentro más importante de la industria de la alpaca, que se celebra en Arequipa.

Esta fiesta de la alpaca "hará época en la historia textil de Perú", asegura uno de los organizadores, César Ludgens mientras que alrededor de 70 compradores internacionales negocian fibra por valor de 15 millones de dólares.

Según el ministerio de Comercio Exterior, las exportaciones de alpacaaumentaron 58% entre 2009 y 2013, principalmente en dirección a China, Italia y Japón, generando más de 130 millones de dólares.

De enero a septiembre de 2014, subieron 66,6% con respecto al mismo periodo del año anterior.

Del pasto de los Andes a las boutiques y a la exportación, la compañía Michell, fundada en 1931 en Arequipa por el abuelo de Derek, que fue a Perú a buscar fortuna, es pionera en la industria de la alpaca y da trabajo a 50.000 familias de la región.

Los rebaños de alpacas, un animal de la familia de la vicuña y la llama, recorrieron los Andes durante milenios antes de ser domesticadas por civilizaciones preincaicas.

Hay unas cuatro millones en Sudamérica, de las que 90% se encuentran en el sur de Perú, a alta altitud (entre 3.000 y 4.500 metros) y en condiciones climáticas extremas, con variaciones de temperaturas que pueden ir de los -20°C a los +30°C.

MUCHOS COLORES

Los estadounidenses Jared Johnston y su esposa Meyla, originarios de Idaho (noroeste de Estados Unidos) e introducidos en el mundo de la alpaca, crearon una revista mensual de referencia (Alpaca Culture) destinada a la gran comunidad de criadores de alpacas en Estados Unidos.

Jared y Meyla se confesaron "impresionados por la calidad de la producción peruana".

"Esto nos llena de energía", afirma Meyla Johnston. "Queremos dar a conocer las cualidades de la alpaca, cuya cría no daña el medio ambiente y respeta las reglas de un desarrollo duradero".

En el mercado internacional "es el buen momento para la alpaca, que está destinada a crecer", asegura.

En antiguos claustros del siglo XVII ubicados en el centro colonial de Arequipa y transformados en galerías, la creadora peruana Jenny Duarte abrió una boutique dedicada a la alpaca.

La alpaca es uno de los raros animales que posee una rica paleta de colores naturales, más de 20, que van del negro más oscuro hasta el blanco nieve, pasando por todos los tonos de crema, rubio, castaño o gris.

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