El brasileño Rodrigo Gularte, ejecutado en Indonesia por narcotráfico a pesar de que padecía esquizofrenia, vivió sus últimos momentos desorientado y sin ser consciente de lo que pasaba, dijeron el jueves su abogado y el cura que lo asistió.
Gularte, 42 años, fue ejecutado junto a otros seis extranjeros y un indonesio, en la isla de Nusakambangan, el 'Alcatraz indonesio', a pesar de las peticiones de clemencia de la familia que había presentado informes médicos para demostrar que sufría esquizofrenia.
"Tenía una mente delirante", dijo a la AFP el abogado Ricky Gunawan.
"Cuando le anunciaron que su sentencia de muerte iba a ser ejecutada dijo '¿Qué sentencia de muerte? No voy a ser sentenciado a muerte' ", relató Gunawan.
"No estoy seguro de que haya entendido al 100% que iba a ser ejecutado", dijo su abogado, y explicó que Gularte estaba convencido de que el agua de la prisión de Nusakambangan estaba envenenada.
Cuando el abogado le preguntó cuáles eran sus últimos deseos, Gularte se puso a reír. "Estaba riendo y dijo '¿Es como si fuera Aladino y pidiera tres deseos?", recuerda.
"Cuando intentábamos hablar de cosas serias evitaba la conversación y decía cosas absurdas. Estaba tranquilo, como si no estuviera pasando nada", explicó Gunawan.
El cura irlandés Charlie Burrows, que estuvo con Gularte en sus últimos días, coincide en que estaba confundido sobre lo que le estaba pasando, incluso cuando los guardias y la policía lo estaban preparando para ser ejecutado.
"Creía que había entendido el mensaje que iba a ser ejecutado. Pero cuando vio las cadenas me dijo 'Padre ¿van a ejecutarme?', relató el cura a la cadena australiana ABC.
"No se enfadó pero estaba irritado. Me decía '¿Por qué me está pasando esto? No es justo, cometí una pequeña falta, ¿por qué no pueden dejarme en prisión en la isla? No voy a molestar a nadie'", explicó.
"Creía que le había explicado bien lo que le iba a pasar pero parece obvio que no lo entendió", afirmó el cura.
Gularte fue detenido en 2004 cuando intentaba entrar en el aeropuerto de Yakarta con seis kilos de cocaína escondidos en tablas de surf.
Según Burrows, el brasileño oía voces en su cabeza. "Estaban preparando a todos los condenados desde hacía días y todo el mundo sabía que iba a haber una ejecución. Pero como oía voces que le decían 'No, todo irá bien', creía más a las voces que a los demás", explicó.
La ejecución el miércoles de ocho personas —dos australianos, un brasileño, cuatro africanos y un indonesio— levantó una ola de protestas en todo el mundo. Así, el secretario general de la ONU Ban Ki-moon lamentó que aún se aplique la pena de muerte en el siglo XXI.
El gobierno de Brasil expresó su "profunda consternación".
El ministro interino de Relaciones Exteriores, Sergio França Danese, dijo a la prensa que Brasil que después de tantos apelaciones infructuosas de clemencia está "procediendo a esa evaluación de cuál será la actitud hacia" Indonesia.
En cambio, Indonesia defendió en nombre de la "guerra" contra la droga la ejecución de Gularte y la otras siete personas condenadas a muerte por narcotráfico.
El presidente indonesio Joko Widodo insistió en que hay que "aplicar la ley" y el fiscal general Muhamad Prasetyo afirmó que existe una "guerra" contra "los horribles crímenes vinculados a la droga que amenazan la supervivencia de nuestra nación".