Aunque FF.AA. hebreas responden a ataque de milicia palestina Hamás, el conflicto tiene de fondo la creciente ocupación israelí. (Foto: EFE/EPA/MOHAMMED SABER)
Aunque FF.AA. hebreas responden a ataque de milicia palestina Hamás, el conflicto tiene de fondo la creciente ocupación israelí. (Foto: EFE/EPA/MOHAMMED SABER)

Han pasado siete años desde el último conflicto importante entre Israel y Hamás —la milicia islamista que controla la Franja de Gaza— y 21 desde que estallara la Segunda Intifada, el mayor levantamiento palestino contra la ocupación israelí, tristemente recordado por su oleada de atentados suicidas y autobuses dinamitados. El tiempo, al parecer, solo ha servido para acumular tensiones, que esta semana se transformaron en un nuevo intercambio de fuego. Las hostilidades dejan al menos 145 fallecidos, 41 de ellos niños, la mayoría del lado palestino.

La reciente violencia es producto una seguidilla de eventos. El primero tuvo lugar el 13 de abril, fecha de inicio del Ramadán, mes sagrado para el islam. Ese día, en Jerusalén, mientras los fieles musulmanes oraban en la mezquita de Al-Aqsa, lugar desde donde —según el Corán— Mahoma ascendió al Cielo, agentes israelíes cortaron los cables de los parlantes que llamaban al rezo porque su presidente, Reuven Rivlin, daba un discurso cerca de allí.

Una semana después, un grupo de judíos de ultraderecha paseó por el centro de Jerusalén gritando “¡Muerte a los árabes!”. No eran palabras a tomar a ligera. Según un informe de The New York Times, para muchos palestinos que viven en territorios ocupados por Israel, la sensación es que realmente quieren ser erradicados de la ciudad. Ello se ha materializado con un reciente fallo judicial que amenaza con la expulsión de palestinos de Jerusalén Este en favor de colonos judíos.

Con estos antecedentes, el 7 de mayo, día de la última gran oración del viernes antes del fin del Ramadán, miles se congregaron en la Explanada de las Mezquitas, a las afueras de Al-Aqsa. Se produjeron disturbios con la Policía israelí, que empleó la fuerza para reprimir a los árabes aduciendo que estos lanzaron proyectiles.

Los choques continuaron y alcanzaron un clímax el día 10, cuando cientos de palestinos y una treintena de policías judíos resultaron heridos en nuevos enfrentamientos. En represalia, Hamás lanzó cohetes desde Gaza hacia territorio israelí, a lo que las FF.AA. judías respondieron con intensos bombardeos. La fecha era además simbólica pues se conmemoraba el Yom Yerushalayim (Día de Jerusalén), cuando los judíos celebran la anexión —cuestionada por la comunidad internacional— de Jerusalén Este tras la Guerra de los Seis Días, en 1967. La urbe había quedado dividida por la guerra entre árabes y judíos de 1948.

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha dicho que Hamás “va a continuar pagando caro” su ofensiva. Por lo pronto, ha recibido el respaldo del mandatario estadounidense Joe Biden, que ha se ha limitado a afirmar que Israel “tiene derecho a defenderse”, sin abordar el que probablemente es el problema de fondo.

Ocupación. Si las acciones han llegado a este punto precisamente ahora es en gran medida porque el descontento se ha alimentado con el miedo cada vez más real de los palestinos a perder sus hogares. De acuerdo con Amnistía Internacional, desde 1967, Israel ha ocupado más de 100 mil hectáreas de terreno palestino e instalado a más de 600 mil colonos en ellas. Ello sin contar el bloqueo que mantiene contra Gaza desde 2007, luego de que Hamás —que ganó las elecciones parlamentarias palestinas en 2006— tomara control del enclave.

El reciente fallo para expulsar a familias de Jerusalén Este —territorio que los palestinos ven como la capital de su futuro Estado— se basa en una ley que permite a los judíos reclamar propiedades perdidas en 1948, cuando se estableció que la ciudad quedara dividida en dos partes: la oriental para árabes y la occidental para judíos. En consecuencia, los palestinos residentes al oeste debían abandonar sus terrenos y al igual que los israelíes del este.

“Según esta ley, solo los judíos pueden reivindicar propiedades perdidas producto de una guerra, pero no los palestinos, que perdieron muchas más. Hay dos informes recientes, uno  de la organización de derechos humanos israelí B’Tselem y otro de Human Rights Watch, que acusan a Israel de cometer el crimen de apartheid, es decir segregación racial, precisamente por el tipo de normas que han causado la controversia en Jerusalén”, señala el internacionalista Farid Kahhat.

De acuerdo con el experto, es probable que la actual escalada de violencia acabe con un pacto de cese al fuego. Pero eso no resolverá nada si el tema medular no se resuelve. “Puede que se llegue a un acuerdo como ya ocurrió, pero el tema de fondo sigue pendiente. Israel no solo ocupa ilegalmente territorio ajeno según la Corte Internacional de Justicia y las Naciones Unidas, sino que expropia o confisca propiedades para crear comunidades exclusivamente para judíos. Y Gaza sigue cercada por aire, mar y tierra por Israel”, concluye.

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