El siglo XXI ha sido generoso con el Perú. A pesar de la crisis institucional que vivimos y de una sociedad en permanente cambio, la economía ha crecido, los negocios se han desarrollado y hemos retirado a más del 30% de la población de la pobreza. Nos vamos hacia el cuarto periodo constitucional en una democracia sin partidos, con caudillismos efímeros que aparecen en una elección y desaparecen en la siguiente, con liderazgos regionales que no logran cuajar una propuesta nacional. Pero a pesar de todo, con la esperanza que de no cambiar de rumbo, podemos seguir reduciendo la pobreza, mejorando la educación, transformando los sistemas de salud del siglo pasado por unos modernos y eficientes.

Y esto es lo importante del proceso electoral de 2016. Nos debe permitir consolidar nuestra democracia

-imperfecta, pero que funciona mal que bien- y especialmente recuperar firmeza en el desarrollo económico detenido por la falta de convicción del gobierno humalista.

Hay una vasta oferta electoral, dispersa, que debió consolidarse en una o dos propuestas. Pero cuando tenga que elegir su candidato, escoja entre aquellos que nos garanticen que no se desandará lo andado, que nos afirmen que los cambios que proponen son para consolidar el modelo económico y no para implantar uno diferente. Hay de donde escoger, desde PPK o Alan García, pasando por Keiko Fujimori, Julio Guzmán, Ántero Flórez, Alfredo Barnechea y quizá César Acuña.

El 2016 es un año donde definiremos nuestro destino. Y debemos apostar por consolidar lo avanzado y mejorar todo aquello que haya que mejorar. Y que el próximo año encuentre a Venezuela sin presos políticos.