Cuando a fines de enero el presidente de la empresa Buenaventura, Roque Benavides, junto al jefe de Estado, Pedro Pablo Kuczynski, ponía en marcha el proyecto de Tambomayo (Tapay, Caylloma, Arequipa), puntualizaba que “primero era el agua y después la minería para traer el desarrollo sostenido a las comunidades de influencia y el país en general”.

Lo expuesto por el empresario es cierto, más aún en un país minero desde épocas del incanato, colonia y república, donde dicha actividad extractiva de recursos ha sido puntal del desarrollo de diferentes pueblos que se instalaron en zonas cercanas a los asentamientos y dieron oportunidad de trabajo a miles de personas.

Con Tambomayo, por ejemplo, trabajaron en la preparación del proyecto alrededor de 4 mil personas y ahora, al ingresar en operaciones, no menos de un millar tiene un puesto para los siguientes años.

Hoy que el Perú enfrenta serios problemas, agregado a ello la sorpresiva llegada del fenómeno El Niño, es importante asegurar la presencia de nuevas inversiones para no afectar la economía nacional.

Benavides, el último fin de semana, ha referido que al menos 2.4 millones de puestos se generarían si se ponen en marcha los 47 nuevos proyectos mineros por 46 mil millones de dólares y el crecimiento del PBI se acercaría a 6%.

La mayoría de estos proyectos están en Cajamarca, Apurímac, Moquegua y Arequipa (Tía María y Zafranal), entre otros lugares, los cuales contribuirían a sacar a muchos peruanos de la pobreza.

Son oportunidades de inversión que deben asegurarse y no perderse tontamente, como ciertos sectores buscan.

¿Podrá el Gobierno destrabarlos?