Es común echarle la culpa de todo lo malo que vivimos hasta el presente al “Chino” Velasco. No hay duda de que sus políticas inspiradas en el aprismo auroral (Carlos Delgado, exsecretario de Haya de la Torre, fue uno de los ideólogos de la revolución) no funcionaron y terminaron en un Estado populista que eclosiona con el primer gobierno de AGP.

Puede que las respuestas que se dieron fueron incorrectas y aún padecemos sus efectos, pero ¿las preguntas y preocupaciones que trataban de solucionar eran erradas?

Por años se estaba debatiendo la reforma agraria, la soberanía sobre nuestros recursos naturales, el pago justo de impuestos por su explotación, derechos laborales, etc. Los debates estériles de los políticos solo postergaban el problema, la acumulación de resentimiento y la rabia eran patentes.

Los que salieron a protestar por el golpe no superaban el número de hinchas del Defensor Lima. El diario El Comercio celebró la recuperación de Talara, etc. Los militares impusieron sus políticas y crearon todo un sistema de apoyo social a la revolución, que culmina con la toma de los medios de comunicación. Fue el mal manejo económico lo que hizo caer a la revolución (Paro Nacional del 19 de julio 1977) y la negociación de su salida con una Constitución que les garantizó impunidad.

El Perú democrático de hoy enfrenta otro tipo de problemas, pero los políticos están en otra cosa. La gente quiere soluciones y si no las obtiene de las instituciones, ellos mismos la encontrarán (“Chapa tu choro”). La democracia se devalúa cuando no da soluciones a los problemas que enfrentan los ciudadanos y ellos poco o nada harán por ella si les es inútil.