He destruido a mis enemigosA mis amigos los he folladoLos cargos doy por anticipado

La puerta principal del Congreso de la República es una suerte de prueba ácida del poder. Ahí, entre la seguridad y la colmena de periodistas, saben distinguir quién es importante y quién no. La señora Heredia, tanto ayer como hace unas semanas, ingresa al Palacio Legislativo protegida por lo menos por una decena de congresistas, funcionarios de Palacio de Gobierno y una numerosa guardia de seguridad. Y no se olvide, ella no es funcionaria pública ni ha recibido el voto popular, pero tiene poder.

Hay una diferencia respecto a quienes la ciudadanía sí ha elegido para ejercer el poder en su representación. Por ejemplo, el Presidente de la República. No recuerdo un caso, desde la década de los ochenta, en que los ministros disientan públicamente de lo que dice el Presidente y no se sientan obligados a renunciar.

En su reciente viaje a España, el presidente Humala cuestionó a los medios de comunicación. Preguntado el ministro del Interior, señaló que en su opinión los medios cumplían con su misión. El Presidente también mostró su admiración por Hugo Chávez e hizo una defensa del régimen presidido por Nicolás Maduro. El premier Cateriano no demoró en mostrar distancia respecto a Hugo Chávez, aunque se cuidó en cuestionar el apoyo a la dictadura de Maduro.

Y esto pasa en todos los niveles. El ministro de Justicia busca impedir que la procuradora Julia Príncipe se refiera a las investigaciones sobre Nadine Heredia; la procuradora Príncipe no acepta tal orden y sigue declarando.

El poder es efímero. Eso se aplica para los que lo ejercen dentro de la ley y para los que lo hacen de manera informal. Es una lección que deben aprender los Humala Heredia.