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Manuel Velarde se convirtió en alcalde de San Isidro luego de ganar las elecciones de 2014 por poquísimo margen. La diferencia entre él y Madelaine Osterling, la candidata que postuló en representación del fujimorismo y que quedó en segundo lugar, fue apenas de 0.48%. Desde ese momento, un sector de los derrotados inició una férrea oposición, primero para desconocer los resultados y hoy para impulsar una revocatoria. La lógica que los motiva puede resumirse en el siguiente eslogan: “San Isidro debe seguir siendo San Isidro”, es decir, que nada cambie y que el statu quo se mantenga.

Es posible que Velarde haya cometido errores, pero es un buen alcalde que gracias a las finanzas y las condiciones de su distrito puede darse el lujo de plantear medidas que para otros municipios con menos recursos y desarrollo son impensables. San Isidro está haciendo suyas las mejores experiencias de las mejores ciudades del mundo; sin embargo, para los detractores todo lo que hace el alcalde está mal: si busca formalizar a los cambistas en casas de cambio, horror, nos quiere hacer caminar; si instala juegos en los parques, ¿para qué?, dicen, si los niños de otros distritos los van a destrozar; si plantea una ciclovía, quiere imponer su “ideología de la bicicleta”; si instala wifi gratuito en una esquina, qué desperdicio de plata, si todos los vecinos de San Isidro tienen internet en sus casas. La queja sigue así hasta el infinito.

Es una pena ver cómo se plantea una nueva revocatoria en nuestra ciudad sin razón ni justificación. Confío en que esto no distraiga al alcalde y continúe firme en su propósito. Que su gestión sea un ejemplo de que con inteligencia y visión es posible vivir mejor.