Escucho al ministro de Educación, Jaime Saavedra, señalar que su sector ejecutó el 90.2% del presupuesto asignado para el 2015. Reviso la información oficial y compruebo que dicha afirmación es cierta, pero también que ese porcentaje de ejecución es mayor al del año pasado y mucho mayor que el antepasado. Además, salta a la vista que este mejor uso de recursos se ha traducido en un aumento sustancial de la capacidad de gasto del ministerio: se ha logrado que el 2015 se invierta en el Perú un monto aproximado a los S/23,000 millones para mejorar nuestro sistema educativo. Esta cifra es la más alta que se haya registrado en nuestra historia. Estos indicadores han venido acompañados de logros como la reciente victoria sobre el rector Cotillo y sus aliados que intentaron boicotear la nueva Ley Universitaria. También se ven resultados concretos en la revalorización de la carrera docente, la mejora de la gestión educativa y la infraestructura de los colegios.

Todo esto es una gran noticia, pero lamentablemente pasa inadvertida entre la opinión pública y la crítica eterna que nos induce a mirar con malestar el futuro de nuestra educación. Falta mucho para alcanzar los niveles de calidad educativa que debemos exigir en todas las aulas de colegios, institutos y universidades, públicas y privadas, pero no podemos negar que se va abriendo camino. En tiempos electorales, esto cobra mayor importancia porque corremos el riesgo de que se manipule políticamente un sector tan sensible y relevante como este. Por eso vale la pena estar atentos. Es tarea de todos asegurar que el próximo gobierno profundice y, donde corresponda, mejore el trabajo realizado. Lo peor sería dar marcha atrás.