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El libre intercambio de las ideas es regla para la humanidad junto a la honestidad, el respeto y la cortesía para reconocer prestigios adquiridos con base en la preparación intelectual. En la política vemos invectivas, falsedades y ataques, pero la academia debería moverse en dirección opuesta. El excongresista Daniel Mora tildó de “esperpento” y “estropicio” el proyecto de ley para modificar algunos artículos de la Ley Universitaria. El autoproclamado mentor de una presunta reforma agravia a quien pretenda modificarla o perfeccionarla. Pasea los medios como paladín de la calidad y señala malévolamente que detrás de toda propuesta de cambio están los intereses del APRA y el fujimorismo o de las universidades privadas. Nada más falso. A contracorriente de tan absurda afirmación circula el pronunciamiento de los más reconocidos juristas, constitucionalistas y académicos que preocupados critican a la Sunedu -entidad dependiente de Educación- que en estos dos años ha eliminado con su práctica la autonomía universitaria garantizada por la Constitución. Estamos ante un alegato de alto nivel, autorizado, riguroso, respetuoso, de obligatoria atención por el gobierno. “Por el cúmulo de sucesivas y reiteradas medidas a que sobrepasan las funciones otorgadas por ley” y porque “El principal problema radica en haber sujetado las universidades a Educación”. “La Sunedu pretende gobernar la vida de las universidades transgrediendo los mandatos constitucionales y violando el Estado de Derecho”. Conceptos firmes que vienen de la sensibilidad, la capacidad y la inquietud que da la experiencia. Exigen un diálogo que permita mejorar la Ley Universitaria, sin sesgos ideológicos, para lograr la excelencia deseable pero con respeto a la Constitución. Y ya es tiempo que Mora -acertado o equivocado- aprenda a comportarse.

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