En este punto de la campaña no debería quedar duda de que César Acuña no dice la verdad, nos quiere engañar y, lo que es peor, en sus intentos de defensa, parece engañarse a sí mismo. Copia tras copia lo delatan, primero la tesis del doctorado, tal vez la tesis de maestría y, con certeza, un libro entero. En esta treta de engaños y engañados también caen contagiados quienes lo siguen defendiendo o callan en complicidad. Es un papelón de alcance internacional que no tiene antecedentes. Más claro, imposible.

Pero cuando pensábamos que el asunto no podía empeorar, en los últimos días salió a relucir una actitud que no todos conocíamos del candidato norteño y del equipo que lo acompaña. En vez de contestar con argumentos las serias denuncias que ponen en peligro su candidatura e intentar revertir la situación, el candidato y sus voceros esbozan amenazas contra periodistas y académicos: Acuña dice que tomará acciones judiciales contra quienes estén detrás de las denuncias para “perjudicar su candidatura”, Vladimir Paz de la Barra -secretario general del partido- señala que demandará al profesor Otoniel Alvarado al que le plagiaron ¿o robaron? todo un libro y, como si fuese un asunto genético, el hijo de este último amenaza por redes sociales con agarrar a puñetazos al periodista Augusto Thorndike. Para colmo, el profesor plagiado ha denunciado haber recibido amenazas contra él y su familia.

Para que no quede duda: una cosa es defenderse en el campo político, administrativo y judicial, a lo que todo candidato tiene derecho, pero una muy distinta es actuar como una mafia que suelta bravucones y lanza amenazas a diestra y siniestra. Si así es su campaña, cómo será un posible gobierno de Acuña. Antes de saberlo, mejor evitarlo.