Lo visto en las últimas horas, en que el Sexto Juzgado Penal de Lima Norte ha rechazado el pedido de la Municipalidad de Comas de autorizar el retiro de los cuerpos sepultados en el infame mausoleo senderista para proceder a su demolición, es una muestra más de cómo las instituciones de un mismo Estado, por una razón u otra, terminan colisionando a favor de terroristas que hoy deben de estar celebrando de lo lindo, burlándose de todos nosotros.

Seguro los jueces tendrán sus argumentos para haber dado tan cuestionado fallo que impide la esperada demolición de la ilegal estructura, y sin duda el Poder Judicial en su conjunto los saldrán a defender. En la otra orilla, el alcalde Comas, Miguel Saldaña, expondrá las bondades de su rechazado pedido y se quejará de los magistrados. Acá todos tendrán la razón. Es lo de siempre. Es el Estado chocando con el propio Estado.

Es lo mismo que sucede cuando policías, fiscales y jueces no se ponen de acuerdo y permiten que delincuentes capturados con armas, y que hasta se han dado el lujo de confesar sus crímenes ante cámaras de video, salen a la calle a las pocas horas de haber sido detenidos. Todos se pelean, mientras los perjudicados son los ciudadanos de a pie que salen a la esquina y se encuentran con el mismo hampón que supuestamente iba a pasar varios años en la sombra.

Otro caso de Estado contra Estado es el de los narcotraficantes arrestados en 2014 con siete toneladas de cocaína en Trujillo. El fiscal no cumplió con acusar a tiempo, pero felizmente a último momento el Poder Judicial atinó a prolongar su carcelería. Quizá ya hasta habrían contratando el toldo, el tabladillo y la orquesta para hacer una fiesta en honor a nuestro sistema de justicia.

Pero, volviendo al caso del mausoleo senderista denunciado por Correo en setiembre del año pasado, vemos que, por cuestiones de forma y líos abogadiles y papelucheros, se deja al terrorismo seguir presente en el día a día de los peruanos, tal como lo quiere Abimael Guzmán, quien desde su celda trata de crear agrupaciones de fachada y de colarse en la vida de todos, tratando de que olvidemos la carnicería que provocó con su gente desde mayo de 1980.