Caudillaje: nunca más fuerte
Caudillaje: nunca más fuerte

Coinciden historiadores que el caudillaje de los albores de la República es una de las taras políticas más grandes que tenemos. Cuando en el siglo XIX el Partido Civil irrumpió para acabar con la hegemonía de los caudillos militares, en realidad amplió el espectro para los caudillos civiles. Hoy, casi doscientos años después de inaugurarnos como república, el caudillaje está más fuerte que nunca. Y qué mejor que observarlo en nuestros “partidos”, que ya abiertamente han devenido en emprendimientos personales; a lo sumo, familiares. Qué otra cosa se podría pensar de partidos que ya desde el símbolo electoral se identifican con una persona y no con una idea.

Discutiendo hace poco con un amigo con filiación partidaria, le critiqué que nuestros partidos privilegiaban la plata antes que las ideas y que por eso se les colaban varios indeseables que les echaban por tierra la “marca”, lo cual los hacía más débiles a largo plazo. Y que de hecho, parece que le escaparan a la más mínima definición que pudiera interpretarse como “ideológica”. Esperé algún contraargumento, dada su vivencia político-partidaria, pero su respuesta fue algo así: “Si no te gusta, forma tu propio partido”.

Me quedé pensando que esa idea resume perfectamente a lo que hemos reducido la política peruana. Se entiende la política desde los propios partidos, como un ejercicio de tomar el poder -o alguna parte de él- simplemente para ocupar el aparato público y actuar en él por el mayor tiempo posible. No para plasmar una idea o, ciertamente, una visión de país, resultado de la dinámica de la compulsa de mentes preclaras en el espacio partidario. Ante ese escenario, las listas congresales y los afanados cortesanos se eligen prácticamente mediante una soterrada subasta, donde quien pone más dinero, tiene más presencia. Y quizás la única presencia. Pues al fin y al cabo, si no se les deja esa prevalencia, “formarán su propio partido” y sanseacabó.

¿Puede sorprender que los que al final se lancen a las listas congresales sean, en su mayoría, oportunistas y aventureros? ¿O la pobreza de nuestra agenda política? ¿O que ningún político se comprometa con reformas estructurales radicales que hace rato reclaman el desafío de un desarrollo real, solo visible en un largo plazo de muchas décadas? En absoluto. ¿El próximo Congreso? Ya pues, no jueguen. Está más cerca Perú de salir campeón en la Copa América que de tener mejores congresistas.

TAGS RELACIONADOS