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La descentralización y la regionalización llevadas a cabo en el Perú no han sido exitosas. La descentralización fue apresurada, se distribuyeron facultades donde no había capacidades ni recursos económicos.

La descentralización fue intensamente pedida por todos los provincianos para acabar con un cent ralismo extremo ejercido por los gobiernos de turno y alentado por los gremios capitalinos. Con una retahíla de protestas, vía paros, que dicho sea de paso más perjudicaron a los promotores, se dio la ley con los resultados que hoy pagamos todos.

El proceso de regionalización, luego de un fallido intento de hacer macro-regiones, negadas por un referéndum, también fue apresurado y se reemplazó a los departamentos por regiones, cambiándoles únicamente el nombre. Sin embargo, hay algo que rescatar y es que se incluyó en la ley las Juntas de Coordinación Interregional para que se puedan establecer y solucionar problemas comunes a una o más regiones.

Por idiosincrasia, el peruano, en su mayoría, es reacio a las asociaciones; predicamos la unión a diestra y siniestra pero, a la “hora de los loros”, no la hacemos, solo nos unimos por causa mayor o por conveniencia.

El tema de la Mancomunidad del Sur es una copia de la Macro Región Sur de los años 2000 y los resultados ya los conocemos: no pudimos concretar la unidad y solo funciona para solucionar problemas de interés común, verbigracia: la Interoceánica.

Antes de propiciar mancomunidades, solucionemos problemas comunes a dos o más regiones con la activa participación del gobierno nacional.

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