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El 1 de mayo recordamos a los mártires de Chicago, quienes perdieron la vida luchando por un ideal. Ellos lograron la jornada laboral de 8 horas bajo la premisa de tener, al menos, “ocho horas de trabajo, ocho horas de ocio y ocho horas de descanso”. En el Perú, la situación de los trabajadores en el 2019 deja muchísimo que desear. Muy poco apoyo en la lucha contra la informalidad, jornadas de trabajo sin límites, abusos de todo tipo, limitadísima fiscalización por parte del Estado y empresas formales que eluden sus obligaciones sin que les pase nada. La tan proclamada Responsabilidad Social Empresarial se convierte en un saludo a la bandera cuando las empresas llamadas a dar el ejemplo no cumplen lo que predican. La falta de sensibilidad por las personas y la dificultad para encontrar trabajo en una economía que no crece lo suficiente, sumadas al poco interés por promover mejores condiciones laborales, hace que muchos sigan creyendo que es posible tener futuro con mayor competitividad a costa no de innovación y modernización, sino de la política de siempre: el “cholo barato”. Si queremos tener un país verdaderamente competitivo y con empresas de primer nivel, debemos asegurar que se premie a las empresas que hacen las cosas bien y se sancione ejemplarmente a las tramposas. Ese debe ser uno de los retos inmediatos del Gobierno y también de la Confiep.