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¿Cómo explicar lo que ha pasado en Colombia, donde para el gobierno del presidente Juan Manuel Santos el acuerdo de paz con las FARC fue histórico y beneficioso, pero en el plebiscito del domingo la población le dijo que “No” y ahora el camino avanzado parece fragmentado?

Algunas apreciaciones. La primera es que hubo un voto escondido en contra del “Sí” y que las encuestadoras no pudieron advertir, pues hasta el último instante preveían un triunfo del pacto firmado en Cartagena de Indias.

La mayoría, el 50.21%, entiende que resultan mucho premio para las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia los beneficios que han logrado tras el proceso de negociación, como su ingreso a la vida política de ese país como partido y con cinco escaños asegurados en la Cámara de Representantes y otros cinco en el Senado.

Ni perdón ni olvido fue la premisa que se impuso en las urnas, y ahora un estoico presidente Santos promete no cesar en su aspiración de conseguir una paz duradera y subraya que la buscará hasta el último día de su mandato.

La respuesta del líder guerrillero Rodrigo Londoño Echeverri, alias “Timochenko”, también ha sido interesante, porque, tras el shock natural frente al 49.78% del “Sí”, aseguró que las FARC no regresarán al monte, es decir, que aún suscriben el pacto rubricado frente a dignatarios de todo el mundo.

Algunos analistas creen que la reformulación del documento, contemplando los reparos de la población, puede terminar apuntalando un proceso de paz necesario para toda Latinoamérica. Ojalá.

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