A poco de terminado el mensaje presidencial, la ministra Pilar Mazzetti decidió no continuar la mentira gubernamental que subestimaba el número de fallecidos en Perú por la COVID-19, que su predecesor había encubierto a pesar de lo que decían los reportes internacionales. De persistir, su credibilidad técnica se ponía en entredicho. El ingeniero Martín Vizcarra pudo hacer el anuncio en el mensaje oficial por Fiestas Patrias, pero decidió callar. Mazzetti no se calló y sinceró, en una, las cifras: tres veces lo que se creía, casi 50 mil muertos y subiendo, en un país que está lejos de la "meseta", de "martillazos" y lejos de cualquier medida de éxito gubernamental ante esta pandemia. Pasados cinco meses, Perú es el país que más ha gastado para "controlar" el impacto de la Covid-19, el país que más ha destruido su economía en tan poco tiempo y el país con los peores resultados de la región.

Falaz es decir que sin tan largo confinamiento las muertes hubiesen sido más, cuando lo realmente importante es cuánto menos en cifras de fallecidos hubiésemos tenido sin cuarentenas prolongadas. ¿Habría sido significativa la diferencia? Porque el costo ha sido añadir a la pandemia la destrucción de la economía. Pues por desgracia, al anunciarse cifras erradas, se erró en el diagnóstico. Y así, se nos engatusó con el cuento de “sólo dos semanitas más para terminar de achatar la curva”, con el “estamos bien, pero falta un empujoncito más” o con el “necesitamos un segundo martillazo” para llegar al inefable “estamos llegando a la meseta”, todas ellas expresiones que deberían pasar a la historia de la infamia de la demagogia nacional. La realidad es que la pandemia acribillaba a nuestra gente y que el gobierno respondía con “enfoque de género” y derroche fiscal. Y justo cuando el presidente entra a su etapa de “pato cojo” y el discurso político vira peligrosamente a más estatismo. A la credibilidad oficial le pegaron con martillo.

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