Estados Unidos comenzará en breve la competencia electoral propiamente dicha en el tamaño de primarias y el panorama no da ningún superfavorito entre los demócratas y republicanos. Es verdad que hay candidatos que llevan tiempo con holgada distancia en las encuestas como para alzarse victoriosos en las elecciones internas de sus partidos, como es el caso de la exsecretaria de Estado y exprimera dama Hillary Clinton en la arena demócrata, y el excéntrico Donald Trump en la cantera republicana. Sin embargo, en la dinámica eleccionaria estadounidense, los electorales comienzan a mirar en los aspirantes cuestiones que van desde lo profesional con trayectorias en muchos casos relevantes hasta observancias de carácter personal donde juega -y mucho- la vida doméstica, que puede terminar siendo lo más importante en el momento de una elección. Los resultados en Iowa serán claves para los destinos de los candidatos. Por ejemplo, a Trump le ha ido muy bien últimamente, pero de él todo es impredecible; en cambio, para Clinton será un enorme reto, dado que fue en esa ciudad donde, en 2008, tuvo su primera derrota electoral. Iowa se convierte, entonces, en termómetro del proceso electoral hacia la Casa Blanca, que se realizará en noviembre de este año para elegir al 45° presidente de la nación. Aunque Trump tenga 31% de aprobación, que es un porcentaje expectante, nada está dicho, más aún donde Ted Cruz se convierte en su más cercano rival, además de que las reticencias a su candidatura aumentan como sus adhesiones. Mientras tanto, a doña Hillary le pisa los talones Bernie Sanders, que no es un mal candidato. Las elecciones empiezan a ponerse al rojo vivo.