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Ayer, dos grupos de sujetos que integran dudosos sindicatos de construcción civil protagonizaron una nueva balacera en las calles. Esta vez fue en el distrito de San Miguel, donde fueron arrestados cinco sujetos en plena acción que ya se ha convertido en parte del paisaje no solo en Lima, sino también en ciudades como Piura y Chiclayo, donde el cobro de cupos por “seguridad” y la “apretada” a los constructores se ha vuelto un lucrativo negocio.

Lamentablemente, esta situación viene sucediendo desde hace al menos una década, cuando comenzó el boom inmobiliario en Lima y gente de mal vivir se dio cuenta que ante la falta de control de las autoridades, había un “nicho de negocio” consistente en extorsionar a los empresarios de la construcción y sacarles dinero a cambio de que nada les pase o exigiéndoles plazas laborales para sus cómplices, muchos de los cuales cobran sin ir a trabajar.

Este es un tema que no solo debe ser combatido por la Policía Nacional, sino también por el Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo, las empresas edificadoras y los propios sindicatos de la construcción, los legales y que no albergan en su seno a gente con prontuarios policiales, a fin de dejar fuera a los integrantes de seudogremios de obreros que se forman indiscriminadamente sin el menor control.

Resulta inconcebible que todos sepan de este problema que genera muertes y heridos, incluso entre aquellos que tienen la desgracia de cruzarse en la calle con dos grupos rivales peleando a balazos, y que nadie haga algún esfuerzo importante por erradicar a estos hampones que todos los días rondan las obras civiles, grandes o pequeñas, para sacar algo de dinero a margen de la ley, mientras aportan al clima de violencia e inseguridad que todos padecemos.

A ver si este nuevo gobierno toma el toro por las astas y decide enfrentar el problema de manera integral. Una actividad económica, tan importante y decisiva para el crecimiento del país como la construcción, no puede venir acompañada del accionar de delincuentes que operan al amparo del miedo de sus víctimas que a diario reciben la visita de esta gente para exigir dinero. ¿Así se quiere fomentar la inversión y nuestro ingreso al “primer mundo”?

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