El derecho a la educación gratuita de calidad es una promesa incumplida por todos los países de América Latina, lo que ha llevado a miles de disconformes a buscar soluciones en la educación privada. Sin embargo, como esta tiene que cubrir inversiones y utilidades para los inversionistas, tiene costos que para muchos no son accesibles. No siempre se entiende que son las estructuras de los costos de un servicio las que definen el precio que se colocará al público, por lo que comparar una pensión escolar de 1000 soles con otra de 1500 soles diciendo que la segunda es más cara que la primera no es una apreciación correcta. Dependiendo de lo que uno recibe a cambio de lo que está pagando se puede saber si se está comparando servicios equivalentes. Una cosa es que sea caro (en comparación a sus pares equivalentes), otra cosa es que sea costoso (por el esfuerzo relativo de adquirirlo por el interesado).

Por ejemplo, un carro de 25,000 dólares, una pizza de 35 soles, trasplantar un corazón por 250,000 dólares, un año de Harvard por 60,000 dólares, ¿es caro o es barato?

Caro o barato no son términos absolutos, depende de qué se paga por ello. Sin precisar eso, la calificación de “colegio más caro” no tiene sentido.

Sin duda es lamentable que haya limitaciones para el acceso universal a la educación deseada. Lo sería menos si el Estado ofreciese o financiase todas esas alternativas.