Lo más grave de los supuestos plagios de César Acuña es que los habría hecho el dueño de un conglomerado empresarial dedicado a la educación. Si esto se comprueba, lamentablemente sería lógico suponer que ya que una empresa se rige en función de los principios y valores de sus accionistas, en estas organizaciones educativas sería posible obtener títulos de manera fraudulenta.

Más importante que si César Acuña renuncia o anulan su candidatura, es averiguar cuál será la reacción del pueblo peruano frente a estos hechos, pues nos dará claras señales de las características de nuestra población. Esto lo podremos comprobar con dos hechos.

El primero es estar atentos a las preferencias electorales en caso se den los siguientes resultados: si Acuña gana votos, podría significar que hay una buena parte de peruanos que están de acuerdo con que el fin justifica los medios y por tanto lograr el éxito económico justifica absolutamente todo, incluso transgredir la ley. Es razonable suponer que una importante parte de la población con esta mentalidad hace inviable el desarrollo de un país a largo plazo, pues cuestiona el Estado de Derecho vía la delincuencia.

La segunda información que sería importante obtener y analizar es la cantidad de alumnos que las universidades de Acuña captarán este año. De comprobarse las acusaciones de desprestigio del candidato y dueño de las universidades, uno esperaría que la sociedad rechace esta propuesta educativa y que los alumnos busquen otras alternativas -las empresas no contratarían egresados de una universidad de dudosa reputación académica. Por el contrario, si los postulantes aumentaran, sería claro pensar que, a pesar de lo sucedido, existen muchas familias y alumnos que quieran ser parte de una raza distinta, aquella que avala la cultura del fraude.

Es importante que las entidades del Estado, como el Jurado Nacional de Elecciones y la Sunedu, hagan su trabajo fiscalizando y sancionando según corresponda, pero mucho más importante será comprobar la reacción inmediata de los peruanos frente a estos hechos. En lo personal, tengo gran esperanza de que el castigo social tangible sea una bajada en las encuestas y una disminución de los alumnos en sus universidades. Esto nos daría la esperanza de contar con un pueblo que anhela la construcción de un país, y una población a la que le importa seguir la leyes no solo por la normativa de la autoridades, sino por miedo al castigo social de una ciudadanía que entiende lo que está bien y lo que está mal.