En una suculenta columna publicada en la revista Fortune el 25 de febrero último (“What Pope Francis Should Really Say to Donald Trump?”), Hernando de Soto sugiere al papa Francisco replantear su diálogo con el favorito candidato republicano. Pero lo hace de una manera tan magistral que, de paso, lo invita a revisitar su propio enfoque sobre la pobreza y la desigualdad.

De Soto empieza por plantear que “para mostrar que no tiene un prejuicio anti-americano, el Papa debería asumir la causa de todas las personas que no tienen los documentos necesarios para vivir, trabajar y hacer contratos en un lugar determinado”. Porque este problema no atañe solo a EE.UU. ni es solamente acerca de los inmigrantes. Es mucho más grande: hay 5 mil millones en el mundo que carecen de los derechos de propiedad legales necesarios para residir y abrirse paso por su cuenta en su país de origen o en cualquier otro país.

Seguidamente le sugiere que plantee a Trump convertirse en el líder mundial del levantamiento de otros muros: los muros que defienden la propiedad privada. Pero no solo en su país sino en el resto del mundo. Entonces el Papa sí podría, junto a Trump, “defender públicamente el derecho universal de todas las personas (…) para encerrar, defender y desarrollar las fronteras de propiedad dentro de sus países”, de modo que no tengan que migrar para obtenerlos.

Es decir, mostrarle a Trump que si “construye muros” alrededor de la propiedad, en vez de hacerlo en las fronteras, se encauzará en una muy exitosa tradición americana, pues al asumir “la causa de los derechos de propiedad de los pobres en todo el mundo, Occidente podría incluso comenzar a ganar la guerra de las ideas en el Oriente Medio y el norte de África”. Después de todo, nadie personifica mejor hoy los beneficios de la propiedad privada y el mercado que el propio Trump. Si los defiende a escala global, como arma contra la pobreza del mundo, sacará credenciales de líder mundial.

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