En días como estos, en que lamentamos que un candidato presidencial se vea envuelto en un escándalo por haber plagiado en su tesis de doctorado, es propicio reflexionar acerca de la formación profesional de los postulantes a Palacio y, en general, del resto de la clase política.

El perfil ideal de un mandatario y, por extensión, de los funcionarios del gobierno central, debe sumar conocimientos, una preparación académica legítima y rigurosa, experiencia y un esquema de valores éticos y morales que le permita tener una visión real y justa del país.

Lo malo es que los peruanos no siempre reparamos en estos detalles al momento de elegir a nuestras autoridades. Así, por ejemplo, en 1990 dejamos pasar la oportunidad de sentar en el sillón presidencial a un intelectual de la talla de Mario Vargas Llosa y optamos por un tractor llamado Fujimori, que hoy está encerrado en la Diroes.

¿Y por qué perdió la elección el hoy premio Nobel? Porque, como señaló Fernando de Szyszlo, “es incapaz de mentir. Dijo lo que iba a hacer, y jamás dijo lo que la demagogia aconseja decir en periodo electoral”. MVLl nos ofrecía lo que tanto demandamos a nuestros gobernantes: honestidad y transparencia.

Además, el escritor arequipeño obtuvo el título de doctor (summa cum laude) en Filosofía y Letras en la Universidad Complutense de Madrid, paradójicamente la misma que hoy investiga el evidente plagio de César Acuña, y nadie podría ponerlo en tela de juicio.

Otro personaje con aptitudes idóneas para ser jefe de Estado, y que tampoco caló en el electorado peruano con sus revolucionarias propuestas, es el economista Hernando de Soto, quien transita por el mundo elaborando planes de gobierno para otras naciones. Qué duda cabe de que nos faltan dos dedos de frente al momento de ir a las urnas.

Lamentablemente, en los próximos comicios no hay mucho para escoger. Y es una lástima que entre tantos “dinosaurios”, “ollazos”, plagios y pullazos, un político debidamente preparado como Alfredo Barnechea (Acción Popular) empiece a despertar interés en los votantes recién a estas alturas, cuando ya no falta nada para el 10 de abril, el día de la verdad.