Como decíamos ayer (parafraseando a Fray Luis de León), el Congreso de la República tiene hoy la gran oportunidad de lavarse la cara y, sobre todo, acercarse a las demandas de la población, en este caso del grueso juvenil que reclama la inmediata derogación de la llamada “Ley Pulpín”.

Lo políticamente correcto sería que el Parlamento, órgano de representatividad del pueblo, sin mayores argucias y retóricas mande al archivo la norma de marras y propicie el debate para otra de carácter consensuado, inclusivo; sin embargo, conociendo las manías de nuestros padres de la patria, dudamos mucho que aterricen en ese nivel de madurez legislativa.

En todo caso, los jóvenes de las marchas y ese 76% de peruanos que -según una última encuesta- rechazan este “capricho” del Ejecutivo estarán listos para tomar nota de quiénes rescatan el clamor popular y lo hacen suyo y quiénes, por directrices interesadas, pretenden dorar la píldora con modificaciones y maquillajes que solo azuzarían el problema.

No olvidemos que estamos en la antesala de un año electoral y la ley del régimen laboral juvenil, el caso Martín Belaunde Lossio, “La Centralita”, el espionaje a la oposición, la inseguridad ciudadana, el ilegal resguardo a la casa de Óscar López Meneses y la retahíla de escándalos que a diario sacuden a nuestra política finalmente tendrán que incidir al momento de otorgarle el voto a las autoridades que nos gobernarán a partir de 2016.

La historia contará qué pasó un 26 de enero -día “D”- con la “Ley Pulpín” y con el propio Congreso de la República.