En Arequipa si la revolución de 1950 es a Francisco Mostajo, la revolución de 1955 es a Javier de Belaunde Ruiz de Somocursio. "Don Javier", o "doctor Javier" como hasta ahora se le saluda, es la expresión genuina de los arequipeños "de espíritu rebelde y revolucionario", diría el historiador Jorge Basadre.
Tan rebelde que peleando con el tiempo acaba de cumplir un siglo de vida, el pasado lunes 18.
Se inicia políticamente a los 22 años participando en una marcha de estudiantes y nunca se jubiló, al menos hasta hoy.
En días previos, en otros artículos ya trataron sobre su enorme trayectoria y su biografía fecunda, por ahora queremos referirnos a Don Javier en las anécdotas revolucionarias de 1950 y de 1955.
ºUn mandil como bandera blanca en 1950
El 12 de junio, los alumnos del Colegio Independencia protestaban solicitando mejoras en su plantel, como el de los servicios higiénicos, más aulas, mayor calidad de los docentes y la renuncia del director.
Al día siguiente, la policía y el Ejército sofocaron la protesta y se "llevaron" a los dirigentes. Los padres de familia se volcaron al colegio en busca de sus hijos y fueron reprimidos duramente, en los sucesos murió un obrero.
La violencia se desata en la ciudad.
Los prominentes vecinos y abogados Humberto Núñez Borja y Francisco Mostajo tomaron el liderazgo.
"Fue Mostajo quien nos escogió como parlamentarios (intermediarios) de la población con el Gobierno Militar. Allí estábamos Arturo Villegas, Carlos Bellido, Javier de Belaunde y yo", nos contó Arnold Guillén, en una de sus últimas visitas a Arequipa el 2005, en Cerro Juli.
Continúo su relato: "Alistamos con el mandil de un médico una bandera blanca, se suponía que los militares respetarían la tregua".
"La ciudad estaba sitiada, había barricadas. Los cuatro decidimos atravesar la Plaza de Armas rumbo a la Oficina de Correos, cuando avanzamos como 20 pasos un bala acabó con Arturo, otra con Bellido".
"A mí una bala me atravesó mi sombrero ´loncco´ y hasta hoy lo tengo de recuerdo en mi casa en Lima", sostenía Arnold, quien para sobrevivir echó cuerpo a tierra.
"No entiendo cómo no le pasó nada a Javier (...) él avanzaba en medio de silbido de balas y llegó hasta la Oficina de Correos, allí no hubo diálogo. Don Javier exigió la renuncia y punto".
Los demás es historia conocida. Cayeron el prefecto, un militar y enseguida el gobierno.
Arnold Guillén fue un arequipeño y arequipeñista único, luego de 1950 tuvo que emigrar a Lima, donde solía hacerse llamar y lo llamaban "el embajador de Arequipa en Lima".
ºUn regalo de navidad compartido en 1955
En 1988, a los pocos años de haber ingresado a CORREO, tenía como fuente periodística el aeropuerto, allí se entrevistaba a personajes que salían o llegaban de Arequipa.
Así me topé con el senador Mario Polar Ugarteche, era de pocas palabras y un tanto uraño. El vuelo estaba retrasado y accedió a narrar su vida política y, en especial, sobre los sucesos del año 55.
"Don Javier era la pimienta de la revolución de 1950", dijo entonces Mario Polar, la pregunta fue por qué (acaso su tamaño); "Sí, en parte por su tamaño y en parte porque tiene ideas que pican... pero son sabrosas para la democracia".
Esa fue la definición de don Mario Polar sobre Javier de Belaunde.
"Usted me ha preguntado cuál fue la mejor Navidad de don Javier. Le voy a contar la revolución de 1955; fue el 21, 22 y 23 de diciembre. El 24 cayó Alejandro Esparza Zañartu y, luego, Manuel Apolinario Odría. Ese fue el regalo compartido de Navidad..."
La entrevista se cortó abruptamente cuando anunciaron por los parlantes que el avión no llegaría a Arequipa. Don Mario dijo: "Tengo que irme... otro día continuamos la entrevista, hay una votación importante en el senado".
Al caer la noche el senador Mario Polar tomó un autobús rumbo a Lima para nunca volver, el bus tuvo un accidente y don Mario falleció.
Don Javier, en el centenario de su vida, se ha convertido en un mito de la democracia que se inició en las barricadas.
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