El presidente del Instituto Nacional Penitenciario (Inpe), Carlos Vásquez, ha hecho públicas las precarias condiciones en que operan los 69 penales que existen en el país, donde el hacinamiento, la falta de seguridad y control y las enfermedades que afectan a los internos hacen difícil en primer lugar la resocialización de esta gente y también el impedir que sigan cometiendo actividades al margen de la ley en perjuicio de los ciudadanos.

Vásquez ha señalado que de los 81,599 internos registrados, existen 14 mil presos afectados por enfermedades como tuberculosis, VIH/sida, cáncer y otras de índole mental, los cuales es casi imposible atender como se debería. Esto de por sí es una clara muestra de que nunca en la historia del país ha existido una verdadera voluntad política de prestar atención a los penales, a fin de hacerlos lugares dignos de seres humanos y además seguros para evitar más delitos.

Acá sí vale hacer una mención al que quizá sea el único reo suertudo y bien tratado del Perú: Martín Belaunde Lossio, quien como ha recordado ayer Mariella Balbi en Perú 21, lleva nueve meses internado en una clínica de Miraflores por una dolencia en la columna, en lugar de estar encerrado en Piedras Gordas. Este es un asunto que la ministra de Justicia y Derechos Humanos, Marisol Pérez Tello, debería explicar a los peruanos, pues ese privilegio huele muy pero muy mal.

Pero volviendo a la realidad de las cárceles, esa que no sufre Belaunde Lossio al estar en una clínica vigilada por al menos dos patrulleros las 24 horas del día, es de esperarse que con la declaratoria de emergencia de dos años algo cambie en los centros de reclusión y eso permita en algo resocializar a los internos que sean recuperables y evitar, por ejemplo, el elevado número de extorsiones que se cometen desde los penales, especialmente los del norte del país.

Poco o nada se podrá hacer por la seguridad ciudadana si tenemos cárceles como Lurigancho, Sarita Colonia (Callao), El Milagro (Trujillo) o Picsi (Chiclayo), donde los internos, aparte del drama humanitario que viven, están en libertad de hacer lo que les da la gana por falta de control y de tecnología elemental que impida el ingreso de objetos prohibidos, como armas, celulares y droga. Si la cosa sigue así, la población seguirá expuesta a muchos delitos planeados desde estos penales.