Como en un juego de ajedrez, las fuerzas políticas trazan sus estrategias para ganar y aniquilar a sus oponentes. Pero en esta partida, no solo se apuestan los intereses de las facciones de la política peruana, sino también el futuro de las siguientes generaciones.

Por un lado, tenemos a la extrema izquierda, que tiene al marxismo ortodoxo como base ideológica, que impulsa la intervención del Estado en la planificación de la economía, mercado, producción y propiedad. En este lado también encontramos a los llamados caviares, a las izquierdas “moderadas”, progres, ONGs, activistas, farándula, tecnócratas, empresarios, comunicadores, y a los recién llegados cojudignos. Este conglomerado está acostumbrado a convivir con el poder de turno lactando los recursos del Estado a través de consultorías y asesorías, concesiones y contrataciones con el estado, hasta llegar a casos de corrupción.

Por el otro lado, se ubican los partidos y movimientos políticos que tienen otra concepción sobre la organización del Estado y la sociedad. Consideran la alternancia de poder como alternativa de gobierno, que a través de elecciones libres fortalece el sistema democrático.

En las últimas semanas, el Ejecutivo y sus aliados se encuentran en medio de una turbulencia política de grandes proporciones, tanto así que existe la posibilidad de una vacancia, suspensión o renuncia presidencial. Las delaciones de la aspirante a colaboradora eficaz señalan a Castillo como cabeza de una organización criminal, que entre “niños”, “sobrinos” y “chinos” llevan casi 1,000 millones en dudosas contrataciones con el Estado.

Las amenazas de Cerrón, la renuncia del ministro del MTC, la visita del reptiliano Salaverry a Palacio y la pugna interna en la Fiscalía de la Nación van marcando los movimientos en este tablero político.

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