En las próximas horas, el presidente Pedro Pablo Kuczynski estará de vuelta en Lima tras un oportuno viaje a París y Madrid y deberá enfrentar un gran problema que tiene por delante: el audio en que su ministro de Economía y Finanzas, Alfredo Thorne, sostiene un diálogo nada santo con el contralor Edgar Alarcón, a quien parece presionar y condicionarle recursos para su institución a cambio de un informe favorable sobre la adenda del proyecto Chinchero.

Que el contralor Alarcón ha quedado chamuscado por las últimas denuncias en su contra, incluso por el papelón de enviarle una carta notarial al cómico Carlos Álvarez para que deje de imitarlo, es algo indudable. Pero eso no quita que el ministro Thorne, el primero que designó Kuczynski incluso antes de ganar la segunda vuelta electoral, haya acabado igual o peor tras el mencionado diálogo, que ya fue conocido en su totalidad.

Ayer, desde Madrid, el presidente Kuczynski ha dicho que el audio es ilegal y que “no se puede grabar a un ministro sin decirle”. Tiene razón, pero eso no quita que con esa conversación con el cuestionado Alarcón el ministro Thorne haya quedado descalificado a nivel político para continuar en el cargo. El caballero podrá tener muchas virtudes personales y profesionales -aunque las cifras macro anden bastante frías-, pero su cambio es necesario.

De mantener a Thorne en el Ministerio de Economía y Finanzas tras la conversación con Alarcón, el jefe de Estado se expone a abrirse un nuevo frente con una oposición que, con toda razón y con la pólvora necesaria entregada por el propio Poder Ejecutivo, se encargará de poner contra las cuerdas a un presidente que apenas de vuelta en Lima bien podría cortar por lo sano antes de llegar a 28 de julio en medio de una gran turbulencia.

Así como no se puede tener un contralor con sombras sobre su gestión y su conducta, tampoco puede continuar un ministro que ha sido sorprendido con ese tipo de conversaciones, que al menos siembran serias sospechas. Además, los titulares de las diferentes carteras del Poder Ejecutivo, a nivel político, son fusibles a los que en determinado momento hay que cambiar para que el Gobierno siga avanzando por el bien del país.