En entrevista a Correo publicada el domingo último, el ministro de Defensa, Jorge Nieto Montesinos, señaló algo que es muy cierto y que a pocos ha llamado la atención en medio del drama que vive gran parte del territorio nacional, y en especial la costa norte: el hecho de que ciudades como Chiclayo y Trujillo, pese al crecimiento económico que han experimentado en los últimos años, no hayan hecho nada para mitigar los efectos de las lluvias, desbordes y huaicos.

De poco ha valido ser campeones en agroexportación, en la casi anulación del desempleo en el sector agrícola, en la construcción de centros comerciales y en la llegada de filiales de grandes empresas nacionales y extranjeras, si no existe un sistema que permita expulsar a través de alcantarillas el agua que traen las lluvias o desbordes. Chiclayo estuvo bajo el agua hace pocas semanas y la única forma de sacar el líquido era con motobombas, que resultaron escasas.

En Trujillo, la ciudad símbolo del desarrollo en los últimos años en el norte del país, hubo plata para que el exalcalde César Acuña haga un paseo peatonal en el centro con piletas incluidas y un poco agraciado boulevard en la avenida Húsares de Junín, hasta con esculturas de caballos blancos, pero no fue capaz de habilitar desfogues del agua en caso de lluvias, como las que en 2010 causaron estragos y rompieron pistas recién pavimentadas por su gestión.

A la capital liberteña, y en especial a toda la región, por muchos años en manos del aprista José Murgia, de poco o nada le han valido sus buenos indicadores económicos si en las últimas horas casi han sido arrasados por seis huaicos similares al que bajó en 1998. Trujillo y La Libertad son una muestra de la forma en que no deben trabajar las autoridades locales, pues acá ha habido una falta total de previsión pese a recursos existentes.

El ministro Nieto ha dicho también que la reconstrucción que se ejecute luego de la tragedia que vivimos hoy tiene que ser distinta a la de tipo “mediocre” que se hizo en el pasado. Sin embargo, para eso se necesitan autoridades locales distintas a Acuña y Murgia (solo por citar a dos), que piensen en el futuro y en el buen uso de los recursos para poner a salvo a la población, que deposita su confianza en quienes salen a pedirle su voto cada cuatro años.

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