La intransigencia israelí y de su aliado estratégico, EE.UU., hábilmente llevada adelante después de que Palestina cometiera el error de no tomar en cuenta la Resolución 181 de la Asamblea General de la ONU (1947), que decidió la creación de dos Estados, Israel y Palestina, no ha permitido que este pueblo como sociedad jurídicamente organizada pueda ser Miembro Pleno del foro planetario. Llegar a este estatus internacional no es una cuestión irrealizable; por lo pronto ya fue admitido como Miembro Observador. En ese camino, el Vaticano y su jefe de Estado, que es el papa Francisco, contribuyen decididamente. Hace un año lo reconoció como Estado y ahora Palestina ha inaugurado su sede diplomática en Roma, todo un hito en la historia de la diplomacia, pues ahora los palestinos contarán con una embajada que, conforme la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas (1961) -el Perú también es parte-, comporta una Misión con representación política de un Estado en otro, gozando con ello del principio de inviolabilidad de la Misión Diplomática y de la inmunidad y privilegios que corresponden al jefe de la Misión y a los demás agentes de la referida embajada. Aquí tuvimos la Misión Especial de la Autoridad Nacional Palestina, donde su jefe era el Representante de Misión Especial. Eso ya es cuestión del pasado, porque Palestina también cuenta en nuestro país con una sede diplomática y a su representante se le denomina Embajador del Estado de Palestina en el Perú. Aunque quisiera equivocarme, intuyo que Donald Trump, que ha declarado: “Espera, Israel, mantente fuerte, ya falta poco tiempo”, buscará trabar los derechos palestinos en la ONU.