Los medios informativos y el periodismo político, si no se reconvierten rápidamente, corren el riesgo de integrar una especie en extinción.
Con las elecciones de Estados Unidos se hizo evidente una tendencia que desde hace algunos años viene insinuándose aunque varios empresarios de medios y periodistas no lo adviertan.
Casi el 97% de los medios norteamericanos daban ganadora a Hillary Clinton al tiempo que mostraban todos los monstruosos aspectos que pudieron encontrar del entonces candidato Donald Trump. No obstante esto, el pueblo norteamericano, a través de sus electores por estados, le dio una victoria contundente al excéntrico empresario.
Con matices diferentes, ocurrió algo similar en Argentina donde, en las últimas elecciones, el gobierno de Cristina Kirchner tenía varios medios de empresarios amigos, buena parte de prensa militante y una pauta oficial que solo en 2015 asignó más de tres mil millones de pesos (sí, $3000 millones) en contratación de avisos pero, a pesar de ello, no ganó en las urnas.
Es que los medios, mal que nos pese a quienes nos nutrimos y amamos a la prensa y la comunicación, ya no tienen la incidencia que tuvieron históricamente. Frente a los consultores en política que avanzan para actualizar a sus candidatos en la construcción de mensajes que lleguen a la gente, los periodistas están quedando a la retaguardia.
Definitivamente la prensa está quedando atrás y no solo por la irrupción de las redes sociales sino porque elabora un discurso unidireccional que no le llega a nadie más que a sí misma y un pequeño entorno. Porque no logra interesar a la gente sobre cuestiones esenciales. Así como no capta, y no le está interesando captar, cuáles son los verdaderos temas de los cuales habla la gente.
Porque muchas veces escribe para el entrevistado y el escaso 10% al que le interesan sus temas, pero no democratizan realmente los contenidos. No hacen que su producto sea atractivo (que es mucho más que plagar los espacios con chicas sexys o policiales).
No traducen lo que les anuncian en ruedas de prensa o partes oficiales, a un lenguaje que resulte atractivo a sus lectores que son, a su vez, los votantes y por sobre todo, son ciudadanos.
Esta observación me llevó hace un par de años a elaborar un Seminario de Política para Periodistas que tuve la oportunidad de dar en México y fue premiado en un certamen en Washington.
En ese trabajo proponía aplicar conceptos de Consultoría Política para entrenar a los periodistas en nuevas capacidades y generarles conciencia para que, así, dejen de ser simples relatores de ruedas de prensa. Para que se conviertan en actores fundamentales de la democracia, para que abandonen su zona de confort o la autocensura, según el caso, y abran paso a una discusión sobre una prensa -y prensa política- que llegue a la gente. Que ellos también puedan emocionar y despertar el interés por la actividad política que, en definitiva, afecta de manera directa a la vida de todos.
En muchas partes de Latinoamérica -donde el debilitamiento institucional y los problemas de narcotráfico o corrupción son moneda corriente- es necesario que los periodistas se pongan a la altura de la circunstancias y que tomen conciencia sobre la importancia de su rol como actores dentro de la democracia, que logren despertar el interés por la cosa pública en sus comunidades.
La prensa debe incorporar conocimientos profundos sobre los resortes de la política moderna, sobre herramientas como neurolingüística, segmentación y conversación en las redes.
En épocas donde la gente descree de la política en general y de los políticos en particular, es muy importante preparar a periodistas para que valoren la importancia de estar en contacto con las fuentes del poder y de su rol participativo dentro del juego republicano.
De ese modo, las democracias resultarán fortalecidas con periodistas capaces de ejercer su rol como contralores y contrapesos del poder.
Por esto, creo que hay que redoblar esfuerzos para que los medios no pierdan peso específico. Porque ellos, cuando informan con objetividad, son creíbles y llegan verdaderamente a sus audiencias, son una pieza esencial dentro del equilibrio de poderes. Porque la fortaleza de una prensa independiente tiene estrecha relación con la tan preciada calidad democrática.
Periodistas bien entrenados harán de los temas políticos algo más accesible e interesante para el público en general. Acercarán a la gente a lo político. Al mismo tiempo que les exigirán a los políticos ser más claros, veraces y transparentes. Y así, todos, harán -como entendían los griegos- a una Polis mejor.