Me parece que se está perdiendo de vista una necesidad fundamental para el país que debe ser resuelta, cuando menos inicialmente, a través de estas elecciones. No se trata sólo de cumplir con el mandato de la renovación democrática de gobernantes. Estas, las que vivimos, son circunstancias especiales, sin precedentes conocidos en nuestra historia. Venimos de un periodo de convulsión política, de gobernabilidad inestable y atravesamos una catástrofe mundial que afecta la salud y todos los aspectos de la vida.

En consecuencia, el gobernante y el gobierno que necesitamos no es cualquiera, debe responder a las cualidades que las circunstancias exigen. De lo contrario es evidente que estaremos saltando de la sartén al fuego si nos equivocamos. El gobernante y su equipo debe habernos dado ya indicios de que tiene condiciones para crear y mantener: Paz social y armonía política.

La asunción de un nuevo gobierno debe transmitir una sensación de alivio para las tensiones generadas en la comunidad peruana. No vamos a soportar más conflictos. No olvidemos que estos tienen su origen en los grupos procesados por corrupción, que luchan por escapar de la justicia. Consensos.

Los grupos políticos en el Congreso y el Ejecutivo, reunidos bajo un mínimo de acuerdos, tienen que ponerse a trabajar por el desarrollo económico y la inversión en salud y educación. 

Sin populismo. La austeridad que nos impondrá la crisis económica causada por la pandemia colocará al gobierno en una encrucijada frente a las demandas populares y la tentación de decir sí a medidas que empeoren la economía. Puede parecer iluso aspirar a objetivos de esta naturaleza, después de una campaña cargada de adjetivos y en la que los electores creen que el que gane desaparecerá a sus contrincantes.

Pero no, seguirán vivos y activos y se les necesitará para que ayuden al buen gobierno, no para continuar en una lucha que no conduce a nada bueno. Será difícil conseguir que el común de los ciudadanos determine su elección bajo estos argumentos, lo sabemos, pero no podemos alentar lo contrario. Es irresponsable.