Hoy se inicia el mes que si bien nos trae las fiestas de fin de año, también a lo largo de la historia reciente nos ha traído incendios y tragedias en distintas zonas del país que no solo las autoridades, sino también todos los ciudadanos, estamos en la obligación de impedir a través del cumplimiento de las leyes que prohíben la venta de pirotécnicos.

Este es un grave problema que no logra controlarse pese a las malas experiencias. Hemos tenido casi 300 muertos en Mesa Redonda en diciembre de 2001 y parece que no aprendemos la lección, pues basta darse una vuelta por la misma zona del siniestro para ver que aunque de manera oculta, el expendio de estos peligrosos productos sigue como todos los años.

Si bien es la autoridad estatal la encargada de impedir este tipo de negocio clandestino, son los propios ciudadanos, en este caso los comerciantes de Lima y la gran mayoría de mercados del país, los que deben tomar conciencia de los peligros a los que se exponen ellos y el resto de personas que los rodean. Sin duda existen otro tipo de actividades menos peligrosas que también pueden ayudarlos a mantener sus hogares.

Parece absurdo que las municipalidades y la Policía tengan que sumar esfuerzos para salir a neutralizar a los vendedores para evitar que ellos mismos pongan en riesgo sus vidas, cuando deberían ser estas personas las primeras interesadas en no exponerse.

Evitar las tragedias en esta época del año debería ser una responsabilidad compartida, que lamentablemente pocos ciudadanos asumen. ¿Este año será la excepción?