El presidente Humala insiste en hacernos notar cómo quiere ser recordado. Los programas sociales, la reforma de la educación, las carreteras que dice haber construido. El discurso del 28 de julio y sus posteriores apariciones han tratado de remarcar cuál sería su legado.

En realidad, si algún programa social lo hará pasar a la historia serán aquellos relacionados con la educación, como Beca 18 y otros diseñados a mejorar la plana docente de la escuela pública. La reforma de la educación fue iniciada en el gobierno anterior y durante los primeros años de este gobierno la “desaceleraron” pretendiendo incluso cancelar la experiencia del Colegio Mayor porque era “elitista”. El verdadero impulso llegó con el ministro Saavedra y su equipo.

Las grandes obras se promovieron tarde. Así, si bien se han licitado algunas obras importantes, como el Gasoducto del Sur o la Línea 2 del Metro, todas estas obras concluirán en el siguiente gobierno.

Sin embargo, uno puede reconocer el legado de un presidente por el sucesor que nos deja, antes que por las obras con las que se identifica. El primer Belaunde nos dejó a Velasco y el segundo Belaunde al joven Alan García. Los hechos hablan por sí solos. El joven García nos dejó a Fujimori.

Paniagua nos dejó a Toledo y Toledo a García, el viejo. Fueron gobiernos interesantes. García nos dejó a Humala, que pasado el susto inicial ha mantenido el rumbo de la economía. No obstante, su falta de convicción nos está pasando factura. Esperemos que el legado de Humala no sea el fin del milagro económico peruano.