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La corrupción en el Perú es endémica, somos un país donde la corrupción impera. Lamentablemente, nos engañamos sucesiva e hipócritamente día a día.

Somos un país que carece de justicia, donde los jueces no sentencian adecuadamente y nadie les pone la mano, los fiscales no denuncian y todos los soportamos. Nuestros políticos se capacitan y promueven durante los procesos electorales. Allí aparecen de la nada para postular a una curul, una gobernación o un municipio, dependiendo de la cantidad de dinero que aporten a la campaña electoral. No tenemos partidos donde se capaciten cuadros y se gradúen de políticos para los diferentes cargos.

Tenemos unas FF.AA. y PNP cuyos oficiales de mayor rango son continuamente acusados de corrupción, y esta llega a los cuadros inferiores de manera inexorable por mal ejemplo.

Casi todos estamos de acuerdo con el diagnóstico, no hay dudas, pero pocos se atreven a aceptarlo públicamente. Un punto de partida importante para curar a un enfermo es que este acepte su condición de tal.

El presidente PPK acaba de ofrecer cinco medidas para luchar contra la corrupción y, por su naturaleza, diera la impresión de que delega esta responsabilidad, cuando en campaña electoral ofreció liderar esta tarea urgente y prioritaria para reforzar los cimientos morales de la Nación.

El Presidente debe ensuciarse los zapatos y bajar a los detalles de esta lucha. La gente debe percibir que está presente en el cuerpo a cuerpo para que todos se sientan apoyados y partícipes contra esta amenaza, es decir, debe liderar personalmente esta lucha. No hay otra forma.