Al parecer, desde España, el presidente Pedro Pablo Kuczynski ha asumido desde su perspectiva que el enfrentamiento con la oposición en el Congreso será parte del menú del día de su quinquenio, por lo que no habrá puente de conciliación y tendrá que convivir con las críticas.

Sin embargo, la convivencia con la oposición, específicamente con Fuerza Popular, no tendría por qué ser traumática para todos los peruanos, quienes estamos exactamente en el centro de la medición de dos fuerzas políticas, en un punto de vulnerabilidad si es que alguna de las partes comete un exabrupto.

Por eso es que el nudo político entre el ministro de Economía, Alfredo Thorne, y el contralor Edgar Alarcón ajusta no solo al Gobierno, sino que mantiene en vilo a una población que ve pasar el tiempo de PPK con más pullas que aciertos para el Estado.

Pero así como exigimos al Mandatario que tienda puentes con la oposición, desde la otra orilla deben tener en cuenta que cerrarle el paso al diálogo podría ser contraproducente para los intereses de sus propios votantes, quienes no hacen ni viven de la política y menos de la lucha de poderes.

Sin el destrabe político, poco podrá hacer el Ejecutivo para llevar adelante reformas de Estado que beneficien a las mayorías, y menos tendrá la oportunidad de hacer crecer al Perú un 5%, como lo ha adelantado PPK en Madrid. Somos un país gobernable, claro que sí, pero es urgente que quien va al frente del timonel tome decisiones.

Estamos seguros de que, a su regreso, el presidente Kuczynski tendrá la gran oportunidad de ajustar tuercas con miras a su segundo año de gobierno, evaluar qué ha hecho mal por voluntad propia y cómo podría superarlo frente a una oposición que tiene fijo contra las cuerdas a una de sus piezas más valiosas.