Una de las perversiones que ha producido nuestro fallido sistema de partidos es ese mercado de pases que se produce entre quienes quieren participar en política, ya sea por un legitimo interés en el bien común, para mejorar su status social o simplemente por vanidad.

Es como si tuviéramos mucho de escoger. Hay un personaje que se pasea diciendo que ha recibido por lo menos cuatro ofertas y que hasta ahora no decide. Pero parece que nadie le ha preguntado en cuántas elecciones ha participado y cuántas ha ganado. Son varias y nunca ha logrado ser electo. Como se dice de los jugadores de fútbol: tiene buena prensa, pero no ha ganado nada.

Otros que no tienen buena prensa, pero sí billetera grande. Y si no tienen la billetera, buscan quien los auspicie. Entonces se pasean con sus padrinos ofreciéndose a varios candidatos. Me contaban que uno de los fieles escuderos de Nadine Heredia se paseó hasta por tres partidos antes de recalar en el humalismo.

Es el resultado de la ausencia de partidos. Y es una farsa en donde de cierta manera todos participamos. Le decimos formalmente “precandidato” al que sabemos será el candidato, le preguntamos al futuro tránsfuga si ya eligió por qué partido ir, hablamos de elecciones cuando sabemos que es una formalidad. Pero si hasta autoridades electorales que las avalan tenemos.

No será el sistema ideal, pero es lo que tenemos. Aunque a los observadores no nos haría mal algo menos de cinismo y un poco más de consistencia. Hacemos campaña para cambiar el sistema actual, pero nos prestamos a la farsa de hablar de elecciones internas y de partidos.