La huelga de maestros es un buen ejemplo de lo que somos como país. Si bien podemos buscar en las acciones del Gobierno y la oposición las causas de lo que viene sucediendo, es claro que una movilización de esta magnitud tiene bases mucho más profundas que difícilmente se solucionarán con los acuerdos a los que tarde o temprano llegue el Gobierno con el magisterio.

Debemos caer en cuenta de que el peruano no confía en el otro. Según una encuesta de Ipsos, el 81% piensa que “no somos lo suficientemente cuidadosos en el trato con los demás”. Por ello, es lógico pensar que la mayoría de maestros no confía en las autoridades, tampoco en sus propios gremios, y por eso están tan atomizados.

Esta situación le dificulta al Gobierno poder establecer el diálogo y negociaciones con un magisterio sin líderes definidos y que desconfían de cualquier acuerdo al que se llegue.

Por otra parte, esta situación muestra con claridad el choque de dos visiones de país completamente antagónicas. Entre el 30% y 40% de la población es estatista y piensa que es el Estado quien debe proveerle el sustento. Por ello, el punto de quiebre de las negociaciones con los maestros es la destitución en caso de no aprobar por tercera vez las evaluaciones. Esta postura es incomprensible por la otra porción de peruanos (entre 40% y 50%) que cree en un país liberal y meritocrático. Si a lo anterior le sumamos la intervención de políticos o partidos políticos, cuyas intenciones no necesariamente son buscar soluciones sino procurarse algún rédito político, veremos que la salida a esta crisis no será nada sencilla.

Los problemas del Gobierno, sumados a esta coyuntura, están trayendo como consecuencia que los ciudadanos crean menos en la democracia. En 2011, el 59% de la población creía que esta era la mejor forma de gobierno. Hoy, somos una minoría (45%) los que seguimos pensando así. El porcentaje de personas que creen que no importa el tipo de gobierno, sino que gobierne “gente como uno”, ha subido del 18% al 27%. Estadísticas todas que nos hablan de un futuro poco promisorio para el Perú de continuar en la misma línea.