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Los casos de Alan García y de Keiko Fujimori pueden ser analizados desde distintas perspectivas. En el de Keiko, el proceder y las últimas declaraciones de Jaime Yoshiyama Tanaka en nada la ayudan. Lo que ha dicho Yoshiyama resulta inverosímil. Ninguna organización seria maneja los aportes de campaña y sus finanzas de esa manera. La tesis de supuesto aporte secreto del fallecido Juan Rassmuss Echecopar y lo que en realidad ocurrió con los falsos aportantes complica enormemente la situación de la cúpula fujimorista. La defensa de Keiko no funciona. Ella ha optado por lo que se conoce como una estrategia de connivencia. En esta, el procesado valida el proceso, a sus juzgadores, acepta la legitimidad de las leyes que le aplican y la competencia de los que lo procesan. Alan García, en cambio, ha elegido y está implementando una estrategia completamente distinta, mucho más efectiva: una estrategia de ruptura. En esta, el acusado se erige en acusador de los representantes legales de un sistema injusto. En situaciones como las que atraviesan los procesados y considerando lo que ocurre en el país, una estrategia de ruptura resulta mucho más eficaz en términos jurídicos y políticos. En el famoso libro Estrategia judicial en los procesos políticos de Jacques M. Vergès, se explican en detalle ambas estrategias. Convendría que los acusados y sus abogados le diesen una leída.