En 1988, el historiador económico italiano Carlo Cipolla publicó Las leyes fundamentales de la estupidez humana. Una de estas leyes dice: “Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo”.

Cipolla refiere que uno de los factores que determina el potencial de una persona estúpida procede de la posición de poder que ocupa en la sociedad. Dice además que entre los prelados, políticos, funcionarios y jefes de Estado se encuentra un gran porcentaje de “individuos fundamentalmente estúpidos”, cuya capacidad de hacer daño es peligrosamente potenciada por la posición de poder que ocupan. Si lo que he descrito líneas arriba pareciera ser exagerado, permítanme traerles a colación solo un ejemplo del porqué estas cualidades son altamente comprobables en un contexto como el de nuestro país.

El gobierno pasado compró por S/600 millones el satélite Perú SAT-1, el cual permitiría, entre otros beneficios, la previsión de desastres naturales. El actual contexto parece indicarnos que, al parecer, de poco sirvió la adquisición de dicho satélite, pues no ayudó en la prevención oportuna y eficiente de los desastres que hoy presenciamos. Sobre el particular, un especialista del Senamhi declaró que dicho satélite puede servir de mucho para otros trabajos, “pero para cuestiones meteorológicas preferimos satélites que nos envíen imágenes más seguidas, mientras más seguidas, mejor”.

Con relación a lo que ocurrió en la gestión pasada, considero que Cipolla se acerca mucho a la realidad, y es más, creo que no exagera al decir que: “Una persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que puede existir”.