Años atrás, cuando dictaba en el Diplomado de Comunicación Corporativa de la Universidad de Lima, me encantaba (y a los alumnos también) poner como ejemplo el extraordinario manejo de crisis mediática de uno de los principales bancos del país cuando se destapó la denuncia de que uno de sus sectoristas le robaba plata a varios clientes vía transferencias, cuyos montos fueron a parar a la compra o alquiler (no recuerdo muy bien) de departamentos a algunas “amigas cariñosas” del temerario sectorista, que por ser bailarinas o vedettes eran muy conocidas en el ambiente farandulero.

Magaly Medina tomó el escándalo y le dedicó varios programas. El estratega de comunicaciones del banco recomendó promover aún más la “farandulización” del tema con el ánimo de que el asunto de fondo pasara lo más desapercibido posible: la ausencia total de controles internos en tal institución y la gran vulnerabilidad a la que estaban expuestos sus clientes. Tanto que si el tema hubiera aterrizado en este hecho, tranquilamente se habría podido producir una descomunal corrida de ahorros, con el consiguiente perjuicio económico para el banco.

Finalmente, el tema se farandulizó al máximo, Magaly obtuvo todo el rating que quería, los clientes afectados fueron compensados, el banco “pasó piola” porque la amenaza de la corrida solo quedó en tal, y los televidentes se divirtieron al máximo con dos semanas de chismes y denuncias por doquier: “Lo que le gusta a la gente”.

Alguien que probablemente conocía este caso y que además, como todos nosotros, sabe que hoy en día la política para ser “divertida” y “ligera”, y lograr “vender” en medios masivos, requiere del morbo (o de su judicialización) como uno de sus componentes, ha recomendado a la Primera Dama y presidenta del partido oficialista “indignarse” por una pregunta puntual en una sesión reservada de cuatro meses atrás a un testigo de la comisión Belaunde Lossio, y de cuyo contenido nadie estaba enterado si no fuera porque la señora Heredia lo hizo público días atrás.

¿Su objetivo? Que todos nosotros, cual bobalicones, nos quedemos prendados del chisme y de la preguntita esa sobre un supuesto amorío, y no pongamos el foco en el fondo del asunto: el entramado que la señora Heredia al menos habría permitido para que varios gestores de negocios turbios (donde la punta del iceberg era Belaunde Lossio) se beneficien.

Hay a quienes los cuentitos rosas poco nos importan. No pierda su tiempo, señora Heredia.