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La juramentación de congresistas de ayer trajo, como siempre, el folclore político en su expresión más acabada: el juramento parlamentario. Pero más allá de la anécdota, resaltó la forma en que los congresistas del Frente Amplio repetían, cada vez que juraban, la frase “sí podemos”, pretendiendo seguramente emparentarse con el esperpento español de “Podemos” que, al igual que el FA, acaba de ser arrasado en las elecciones peninsulares.

Pero si la pretensión de los “verolovers” al colgarse de la supuesta “imagen fresca” del movimiento de Pablo Iglesias es reposicionar a la izquierda nacional como “moderna” e “innovadora”, empiezan mal al plagiar los íconos partidarios de lo que sienten que es su par español. Aparecen como faltos de imaginación.

Sin embargo, esto no es nada si consideramos que la mayoría de congresistas del FA -con excepción de Arana y Dammert- juramentaron con el puño izquierdo en alto, en gesto similar al de Abimael Guzmán cuando bailaba “Zorba el Griego” o cuando lo atrapaban en Surco. Si hasta pareciera que le querían dar la razón a Becerril.

Porque no hay innovación, ni menos arrepentimiento ni autocrítica en la izquierda. Lo único que hizo bien ha sido captar rostros amables -femeninos y jóvenes- para así disimular sus verdaderas mañas. Eso les ha dado algunos votos, a costa de lapidar su consecuencia política, aunque lo hayan hecho únicamente para que algunos de ellos logren una curul y comiencen a cultivar su proyecto al 2021.

Luego de la juramentación de ayer, debería quedar claro a los partidos ganadores de la elección pasada cuál es el verdadero adversario y a quienes hay que cerrarles el paso con sus ideas de inicios del siglo pasado. Ojalá no pisen el palito y entiendan a quienes favorece un fratricidio político de los partidos más modernos.

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