El pasado fin de semana he podido ver por televisión diferentes opiniones a favor y en contra de la posible libertad del expresidente Alberto Fujimori.

No soy fujimorista ni pretendo serlo. He sido congresista y vi cómo pisoteó la Constitución, cómo Montesinos organizó una mafia que compró jueces, fiscales, periodistas y políticos.

Pertenezco al pequeño grupo de excongresistas que Fujimori y Montesinos no pudieron comprar y, obviamente, asumí las consecuencias, como fue el asalto impune a mi casa en Tacna; pero cuando alguien asume la defensa del Estado de Derecho, nada importa.

Ahora que ha pasado mucha agua debajo del puente, veo a un expresidente enfermo, en prisión ya varios años y con la salud muy deteriorada.

Creo también que los tiempos han cambiado y no podemos repetir la historia, como cuando el expresidente Leguía estuvo en prisión y se enfermó, llegando a pesar 43 kilos, y hasta le reventaron un petardo en la puerta de la clínica donde lo atendían.

Ya es hora de tomar una decisión y creo que se deben dar los dispositivos para que el expresidente pueda terminar su condena en un arresto domiciliario.

Ahora, antes de que esto pase pueden suceder dos cosas: la primera es que el Presidente lo indulte, con lo que además este conseguiría una mejor convivencia con la bancada “naranja”; y la segunda es que el Congreso apruebe una ley de amnistía; sea cual fuere, creo que la que ganaría sería la nación peruana.