El fariseísmo político es una característica de este país. Allí tenemos, por ejemplo, a los pseudo-periodistas que durante años han desempeñado el papel de corifeos empresariales y partidistas y que ahora, con el desparpajo de la conchudez, pretenden darnos lecciones de civismo y decencia. Semejantes hipócritas pontifican desde la radio, el blogcito y La República, a pesar de su pasado servil con el fujimorismo y sus muchos contubernios con los desastres que ha generado la progresía en el Perú.

Todos los conocemos. Todos sabemos los nombres de estos mercenarios del poder, esclavos de la momentánea popularidad. Sin embargo, siempre es indignante que semejantes fantoches que intentan hacerse pasar por periodistas serios evacúen columnas falsamente equilibradas para recordarnos el poder de Odebrecht durante los gobiernos que ellos condenan y al mismo tiempo olvidan, muy torcidamente, la viga de cemento, la arena caviar con que fueron adornados los fracasos más sonados de la inepta Villarán.

De periodistas, estos apañadores de Nadine Heredia nada tienen. De garotas convenidas del humalismo, mucho. Ególatras, mercenarios, argolleros, dispuestos a disparar para la tribuna, con poco talento y menos honestidad. El escándalo de Odebrecht tiene que ser investigado hasta el final y el final es, ¡miren qué coincidencia!, el principio del gobierno humalista y el cénit del municipio caótico de la chalina. Los Humala copiaron todo lo que pudieron de Lula y Dilma (Trivelli, francamente ineficaz) y la chalina edificó los castillos de arena de su ineptitud con el oro negro de la corrupción brasileña. Aquí, como ha dicho el preso Marcelo Odebrecht, hay que construir varias celdas. Ustedes, garotas del humalismo, no miren de costado. ¡Habrase visto!