Resulta que luego de que el presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina, fuera despojado de la inmunidad presidencial por el Congreso Nacional, una prerrogativa constitucional que lo protegía política y jurídicamente impidiendo que pudiera ser llevado a los tribunales de justicia; de que los cinco magistrados de la Corte de Constitucionalidad decidieran en la víspera unánimemente desestimar su recurso de amparo frente a la autónoma resolución parlamentaria; y de que, además, el juez Miguel Gálvez dispusiera su mandato de detención preventiva, Pérez Molina se ha adelantado presentando su renuncia al cargo de jefe de Estado.

Es un paso que debió dar hace rato. Perdió el apoyo de los diversos sectores del país pero, sobre todo, perdió el más preciado tesoro de todo gobernante: la credibilidad del pueblo que lo llevó al poder y que ahora le ha bajado el dedo. El vicepresidente Alejandro Maldonadojuramentó por la tarde como el 49|° presidente guatemalteco. En adelante, veremos al expresidente compareciendo ante la justicia por los delitos de asociación ilícita, cohecho pasivo y defraudación aduanera, que son los mismos delitos imputados a su exvicepresidenta Roxana Baldetti, hoy encarcelada. Sin duda, es un duro e inédito golpe para un presidente de la región latinoamericana que es arrancado de su inmunidad y debe afrontar a la justicia como un ciudadano más. Es probable que se produzca su encarcelamienwto preventivo en las próximas horas ante el escándalo de corrupción al más alto nivel político del país.

Su renuncia acaba con la crisis gubernamental y debería darle al país un contexto oxigenado para las elecciones presidenciales del domingo.