Puedo dar fe que lo único que mi madre mantiene de sus años universitarios es su coprolalia (nunca habíamos escuchado una lisura en casa) y su adicción al tabaco. Yo probé un cigarrillo con mi amigo Augusto Bedoya a los 10 años. Era un Premier. No me atrajo para nada. Sin embargo, Augusto no ha dejado de fumar aunque ha mejorado la calidad; fuma Marlboro.
Celebro que Francia haya tomado el ejemplo de Australia (2012) y decretado que a partir de este mes todos los paquetes de cigarrillos tengan la misma forma, el mismo tamaño, el mismo color y la misma tipografía. Lo único que los diferenciará es el nombre en el empaque. Nada de logos atractivos. El “paquete neutro” que contiene la muerte lenta.
En Francia mueren 73 mil personas al año por adicción al tabaco (unas 200 personas por día). El Estado debe intervenir un mercado distorsionado, pues la libre elección del consumidor no existe por la adicción. No es una decisión racional, es una enfermedad. Es un tema de salud pública. Punto.
Sin embargo, algo que es tan obvio resulta atractivo para la centro-derecha y la derecha europea: no quieren la intervención del Estado, punto. “Se incrementará el contrabando afectando las ventas y la recaudación”. Pero el paquete neutro hace evidente la competencia desleal.
Los paquetes neutros son una de las varias medidas que especialistas como el Dr. Michele Delaunay recomienda para desaparecer el tabaquismo en 10 años. También se recomienda restringir el patrocinio/mecenazgo que puede ofrecer la industria de cigarrillos, hacer explícito qué campañas políticas financian (además de identificar a los lobistas); incrementar los impuestos a las industrias si sus ganancias aumentan o no disminuye lo suficiente.
Legislación como esa se necesita en todo el mundo. En especial Rusia, el país donde más se fuma: 55 millones de varones y 16.3 millones de mujeres (49.69% de la población total).